La nueva oleada de la ultraderecha liberal al poder y su agenda de conexión con las masas populares
El desconcierto actual del capitalismo neoliberal sumado a la turbación que provoca la aceleración desbocada de las tecnologías de la comunicación están abriendo un período sin precedentes de inestabilidad social, de extrema polarización y de gran confusión política.
La desconfianza en el sistema dominante no cesa de extenderse. En Estados Unidos, diversas investigaciones sociológicas recientes revelan que más del 25% de los ciudadanos están dispuestos a renunciar a la democracia en favor de un líder dominador que “haga lo que hay que hacer,” Con respeto a temas como la migración, la corrupción, el desbordado exceso de libertinaje que sé asocia a degeneración social, y aunque esté 25%, no es dominante, Sin embargo, a veces es más mediático que el 75%, que no se manifiesta de manera pública, ya sea por temor, o por falta de interés político.
Se estima que por lo menos el 50% de los votantes republicanos aceptaría un régimen autoritario, no democrático, lo que revela que la agenda en éste sentido es mucho más fuerte en esta ocasión, que él otro 50% que tampoco sé vincula con las agendas que promueven las izquierdas, ya sean de l área liberal, o de la izquierdas radical, que no hacen mucho eco.
Ya en Brasil, apenas el 20% de los ciudadanos cree que la democracia puede resolver los problemas del país, lo que significa que hay una ala de la Derecha que gana más adeptos, y la expectativa del Gobierno no está generando muchas esperanzas.
Muchas gentes, incluso desde la derecha, está buscando alternativas antisistema. Y todos estos procesos se han visto intensificados estos dos últimos años por la pandemia mundial de Covid. El ataque al Capitolio de Washington y el asalto a los Tres Poderes de Brasilia se inscriben en este cambio de época marcado también por la polarización extrema, la intolerancia social, los discursos de odio, las obsesiones complotistas y la violencia discursiva.
Como escribe el politólogo argentino José Natanson, “Muchas cosas tienen que pasar para que una cosa semejante ocurra”. Aunque la relación entre un clima social y un episodio criminal nunca es automática ni lineal.
A mediados de la década pasada, en todo el mundo occidental comenzó un giro conservador, en Estados Unidos Donald Trump llegó al poder, y en la Unión Europea ( UE) hubo un auge de populistas de derecha, que mejoraron seriamente sus posiciones y pudieron formar gobiernos en muchos países.
Esta tendencia se desvaneció unos años más tarde, y los sistemas políticos occidentales parecían haber resistido el ataque de los alborotadores que se autodenominaban la verdadera voz del pueblo y se oponían a las elites políticas, y se atribuyen representantes de nuevas libertades, atribuyendo que los desórdenes sociales de reivindicaciones logradas en gobiernos de la izquierda progresistas, son cuestiones de retrasos y de corrupción, que aumentan la cargas de inmigración y de los grupos minoritarios que no deberían regir con participación de mayorías en los parlamentos y gabinetes.
Lo cual a dado a los populistas de derecha una recuperación de popularidad electoral, de sectores manipulables, antisistemas, y Anti ideológico, Javier Miley se ha convertido en presidente deArgentina, pero además en Países Bajos. Las elecciones parlamentarias fueron ganadas por el Partido de la Libertad, que se opone a los inmigrantes y a la Unión Europea, así como el triunfo de la derecha ecuatoriana, y el invariablemente regreso de Donald Trump en Estados Unidos, ya que la política de Biden, no generan popularidad debido a las ambivalencia que producen, muy similar al pasado Gobierno Argentino.
Sobre las razones de la nueva ola de éxitos de la ultraderecha y sus posibilidades de lograr transformaciones reales en los países del mundo occidental, son muy remota, y más parecen unos guiones de películas de trauma, que una realidad.
Y es que con el colapso del sistema mundial del socialismo, surgió en la agenda mundo,un proyecto de globalización al estilo occidental, basado en el concepto de un centro mundial y una periferia mundial, a los cuales no escapan ni las izquierdas ni las derechas.
Sobre la base de este concepto se debía construir todo, desde la división planetaria del trabajo y el beneficio hasta la dessoberanización política. El hombre se convirtió en un recurso laboral y de consumo internacional, una herramienta para obtener ganancias.
Pero todo esto, por supuesto, estaba enmascarado por el neoliberalismo económico, los mercados libres, los valores democráticos, la tolerancia, entre otros.
El centro de la civilización occidental, liderado por el núcleo anglosajón, controla y distribuye todo, el resto obedece dócilmente y vive según las reglas.
Ya el sociólogo japonés-estadounidense Francis Fukuyama incluso llamó al nuevo estado del mundo el fin de la historia, lo cual parece que llegamos a otro Fin de la Historia, que produce isteria en muchos sectores que reaccionan en favor de cualquier discurso que promete devolver a lo anterior.
Pero no había, ni habrá ningún idilio del que aprender. En algún momento, las instituciones y mecanismos económicos existentes entraron en conflicto con la globalización total. Y es necesario iniciar la crisis, para utilizar métodos de gestión de emergencias, llevando la economía mundial a un modo extremo y acelerando el logro de objetivos que no se han logrado en la globalización que son imposibles en condiciones normales y pacíficas.
La descivilización y dessoberanización bajo el pretexto de exportar valores democráticos tampoco funcionó. Tanto Rusia como China, que en la década de 2000 no estaban en principio en contra de la globalización según el modelo occidental, obviamente en el último momento se dieron cuenta de cómo podría terminar esto para ellos y comenzaron a declarar sus intereses nacionales y valores tradicionales, derechos soberanos y raíces históricas. y otras cosas que no estaban previstas por el proyecto y el orden mundial basado en reglas, haciendo el resurgir de un Putiny, integraccionistas y conservador, dándole más auge a la ultraderecha, a nivel mundial.
La centro derecha, por supuesto, ha estado tremendamente indignada por tal insolencia inaudita, por tal revisionismo y obstinación “cavernícolas”.
Se utilizaron una variedad de instrumentos de influencia, desde opositores liberales dóciles dentro de los alborotadores y la intimidación mediante el enfoque de la OTAN hasta el chantaje a las elites nacionales, lo que ha motivado el resurgir de gobiernos de la Ultraderecha, que incluso niegan su desorden, para promover sus valores dentro del influjo neoliberal a Ultranzas pinochetistas,
Como resultado, en lugar de globalización, hay una confrontación con posiciones cada vez más irreconciliables, que lleva varios signos de nostalgia y de oportunismos guionizados, que dejan ver los errores a largo plazo de las izquierdas cuando las agendas de cambio se estancan, entre legislaciones vacías y degradación productivas en América Latina, cómo fin, distributivo de beneficios, para las masas.
El orden mundial basado en reglas ha salido mal. El hecho de que ya no se puede preservar o revivir sobre la base de los mismos principios ideológicos y estructurales ya está claro incluso para los estadounidenses, lo saben, Pero, aparentemente, realmente creen que pueden reformatear todo y mostrarle al mundo un nuevo «fin de la historia» bajo su estricto liderazgo, o ponen buena cara ante un mal juego, sin saber realmente qué hacer.
Para ser justos, hay que decir que nadie ha propuesto todavía un concepto, o al menos algo similar, para un orden mundial relativamente nuevo, pero la hegemonía sigue en juego.
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