El Complejo de Dios en la Hegemonía de Estados Unidos
Opinión Henry Polanco
De acuerdo con la Psicóloga popular, se denomina « complejo de Dios » a la confianza inquebrantable que muestran algunas personas en su habilidad personal, privilegio o infalibilidad, cercana a la que se aplica tradicionalmente a Dios. Una persona con un complejo de Dios, puede negarse a admitir la posibilidad de cometer errores o fallo, incluso frente a problemas complejos o tareas difíciles o imposibles; además, puede considerarse sus opiniones personales como incuestionablemente correctas.
Los EE.UU. toman el relevo de la hegemonía mundial después de la Segunda Guerra Mundial la profecía del Destino manifiesto, sobre la que se construyó el nuevo Estado, ya iba de la mano de un desarrollo técnico sin precedentes.
Por eso, la advertencia de Eisenhower, sobre el peligro que supondría la influencia del complejo industrial militar caería en saco roto, y por eso, las distintas formas de guerra con las que siembran el mundo son una consecuencia lógica de un sistema y una ideología imparables desde el ámbito de la razón o desde los principios morales.
Por eso Estados Unidos emprendió el dominio del mundo inspirado en una religión civil de base puritana y calvinista, que fue el fundamento de su visión de pueblo elegido cuya misión sería guiar al resto de las naciones.
Con esta base ideológica se han convertido en el Estado criminal más mortífero de la historia. ¿Por qué el más cruel de los Estados? Porque hablamos de un Estado moderno, guiado por una racionalidad técnica capitalista y una religiosidad fundamentalista de corte racista, ambos factores se han retroalimentado a lo largo de los años y han marcado el rumbo tanto de su política exterior como de su política doméstica.
Dado que durante un breve periodo a principios de la década de 1990, especialmente tras la guerra del Golfo y el colapso de la Unión Soviética, a muchos les pareció que el sueño de un orden mundial centrado en EEUU sería realmente viable basado en el optimismo de aquel periodo, reciente.
Sin embargo, todas esas esperanzas se han desvanecido desde entonces, y se demostró que el internacionalismo liberal estadounidense no resultó ser eficaz, ni en la teoría ni en la práctica.
Esto se debe a que la idea de expandir los llamados «valores democráticos por todo el mundo» significaba un proyecto para transformar las relaciones internacionales en un escenario donde los intereses políticos y económicos de EEUU encontrarían libre expresión, mientras que los intereses nacionales de los pueblos, son restringidos y transculturalizado.
Toda la retórica que subyacía a este proyecto consistía en vender la idea de que la libertad y la prosperidad solo podían disfrutarse en democracias liberales como la que representaba Washington y es en este contexto, EEUU se convirtió en el principal líder occidental en promover especialmente de forma agresiva el internacionalismo liberal en el siglo XX.
No fue por casualidad, que en Estados Unidos la obra El fin de la Historia, escrita por Francis Fukuyama a principios de la década de 1990, adquirió tintes de casi profecía.
En esencia, Fukuyama argumentaba que, tras el final de la Guerra Fría, la democracia liberal de EEUU y su modelo económico de libre mercado habían eliminado los últimos obstáculos a su irremediable expansión global.
En consecuencia, los estadounidenses comprendieron que era fundamental derrocar los regímenes políticos que presentaban visiones del mundo diferentes, y utilizaron la fuerza para sustituirlos por sistemas políticos democrático-liberalesto, sin preocuparse por la especificidad de las distintas civilizaciones y pueblos.
En este contexto, el triunfo del liberalismo estadounidense equivalía a la afirmación de que solo puede haber un modelo posible de libertad humana y un modelo aceptable de organización social y política, la democracia liberal.
En 1989, Ronald Reagan había dicho que EEUU era como «una ciudad brillante sobre una colina» y que los ojos de las naciones se volverían asombrados hacia Washington, pero a corto plazo, en los años 2000, se demostraron que la vanagloria de Reagan era equivocada.
Más que eso, demostraron que Estados Unidos tendrá que contentarse con ser solo una de las ciudades aunque siga siendo importante, entre muchas otras brillantes del mundo.
Puesto que la historia, tal y como la interpretaban Fukuyama y los propios responsables políticos de Washington, no había terminado, y trataba de la formación y el desarrollo de la libertad humana, EEUU, en su posición de Dios del sistema, debería imponer esa libertad a otras naciones.
El punto clave aquí es que, como afirmaban en EEUU, no debería haber alternativa política al modelo estadounidense de democracia liberal en el mundo y, por tanto, los regímenes percibidos como no liberales deberían ser debilitados, socavados y, en el extremo, derrocados.
En la práctica, esto significaba que Estados Unidos estaba dispuesto a actuar unilateralmente en el sistema, financiando guerras y participando en ellas directamente si era necesario, todo ello para defender los llamados valores democráticos, que el Nuevo Orden elegido para sí, como el nuevo Dios, domesticaba y mandaba a los demas países.
Como resultado de todo, fue el intento de establecer un verdadero imperio mundial, compuesto por más de 800 bases militares en todo el planeta, la ocupación militar de países como Alemania y Japón, la muerte de millones de civiles debido a sus intervenciones bélicas y el desplazamiento de millones de refugiados de las zonas de conflicto.
Sin embargo, lo que el nuevo Dios v del sistema no esperaba era la reaparición de naciones que se alzarían contra su proyecto de dominación, oponiéndose en principio al hegemonismo de Estados Unidos en las relaciones internacionales.
Así, como países como Turquía, Rusia, China, Irán y otros actores importantes demostraron claramente los límites de esta promoción militarmente inducida del modelo democrático liberal.
Que por cierto, Rusia y China han demostrado con el tiempo que la paz social, el disfrute de las libertades fundamentales e incluso el bienestar económico pueden lograrse sin necesidad de emular estrictamente la democracia de tono liberal de EEUU.algo que sin lugar a dudas esta molestando al Dios liberal, y lo empuja a descargar su furias, contra esas naciones y sus aliados.
Esta situación enfrentó a los internacionalistas liberales a dilemas insolubles y les provocó una tremenda frustración ante su incapacidad para reformar el mundo según su imaginación y sus designios, y así redundean repitiendo la misma película, ahora por celulares Internet explorando del milagro ocurrir y que los Santos no se quemen en el designio de Ucrania, y los padigmas sancionados del retrógrado sistema, en su Complejo de Dios, del sistema mundial.
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