Hoy; de Allende a la democracia liberal
Cada 11 de septiembre hay un recorrido histórico de recordación y reverencias ante el raciocinio que envuelve los hechos históricos que realmente marcan un antes y un después de los hechos acaecidos, sin dudas los ataques a la Torres Gemelas. Y el golpe de Estado A Dr. Salvador Allende.
Y desde luego el último acontecimiento queda en la memoria reciente como una tragedia mal intencionada y ambos casos relacionados con la CIA. Luego de dos postulaciones, en su tercer intento, el médico Salvador Allende ganó la presidencia de Chile de la mano de una coalición de partidos de izquierda llamada Unidad Popular (UP).
La bandera de la UP era fruto de una historia de luchas, iniciada con las heroicas huelgas de los trabajadores de las minas de salitre en las primeras décadas del siglo veinte. El gobierno de la UP duró escasamente cuatro años, pero pudo acumular en ese tiempo valiosas experiencias en la construcción socialista.
Aunque sus enseñanzas también son válidas para gobiernos que no se proponen el socialismo, como los actuales de Argentina y México, pero tienen en común con aquel el afectar importantes intereses oligárquicos e imperialistas, que no se resignan a perder sus privilegios y por eso ofrecen la más encarnizada resistencia a los gobiernos populares, a costa incluso de arremeter contra el Estado de derecho, en una actitud crecientemente golpista.
Después del triunfo de la revolución cubana, América Latina y el Caribe devinieron campo de batalla política y, en algunos casos militar, entre el imperialismo yanqui, aliado a las oligarquías locales, y las fuerzas populares.
Chile fue un caso emblemático. Allí, como en ningún otro país en nuestra región, un experimentado movimiento de izquierda de orientación marxista y una clase obrera combativa, organizada y politizada habían conquistado un espacio político e institucional considerable y tenían posibilidades de llegar al gobierno por vía electoral con un programa socialista de hondo contenido antimperialista.
Existía, además, un prestigioso líder, Allende, que, aunque no contaba con el respaldo de sectores de su propio Partido Socialista, Sin embargo, poseía gran arrastre electoral, sobre todo en la clase obrera, y gozaba del apoyo del Partido Comunista de Chile y la entrañable amistad y solidaridad de Fidel Castro.
Una radicalización a la izquierda de sectores de clases medias llevó a numerosos militantes jóvenes a abandonar la Democracia Cristiana (DC) para apoyar a Allende. En el Partido Socialista muchos no creían en la audaz propuesta de su candidato, quien, a partir de un análisis de las singulares condiciones de Chile postulaba la tesis de que en su país era posible transitar al socialismo por vía electoral.
Y en efecto, el gran líder popular resultó ganador de la presidencia en las elecciones de 1970. Los estados Unidos había decidido desde antes echar en el país andino un pulso decisivo en el enfrentamiento de clase que se desplegaba a escala de nuestra América.
Así que acuñó con el candidato de la Democracia Cristiana (DC) Eduardo Frei el demagógico lema de “revolución en libertad” para contraponerlo a la Revolución Cubana, que había desencadenado al sur del río Bravo un prolongado y vigoroso ciclo de luchas populares.
Tal Como demuestran documentos desclasificados, la CIA, desde las elecciones presidenciales de 1964, en que Allende se enfrentaba como candidato a Frei, inyectó a favor de su campaña 2.6 millones de dólares, invirtió 3 millones de dólares en propaganda contra Allende y posteriormente se ufanó de que esa y otras maniobras fueron indispensables para el éxito de Frei.
En las elecciones del 4 de septiembre de 1970, precisamente hace agencia canalizó 350 mil dólares a la campaña del derechista Jorge Alessandri por medio de la trasnacional ITT e invirtió entre 800 mil y un millón de dólares para manipular el resultado electoral, consignó después el informe del Comité Church del Senado estadunidense.
Este juego de estrategias es muy común y parecido al que se sigue implementando en América Latina, atreves de las mismas instancias estructura que el organismo del departamento de Estado implementa e impulsa en Nuestra América.
En complicidad con gobiernos lacayos, genuflexos, y un liderazgo político entreguistas, despóticos, y estrafalarios, que representan los valores del mundo norteamericano. Promueven su agenda en detrimento del patrimonio nacional. Y que además mantienen una población alienadas sujetos a la manipulación y la ignorancia funcional de las superestructuras que sostienen.
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