La partida de un amigo noble y creativo: Getulio Bonilla

El día en que Getulio Bonilla el amigo getulio murió, la comunicacion de santiago se llenó de nostalgia, la vida de un vacío irreparable y silencioso. Su muerte dejó un vacío hondo, inmenso, irreparable, porque no se fue solo un diseñador gráfico talentoso, sino un amigo entrañable, un ser hermano verdadero, luminoso y extraordinario.
Getulio era sincero hasta la transparencia, humilde hasta la ternura, sencillo hasta la grandeza y y desinteresado hasta el sacrificio. En cada gesto se revelaba su bondad infinita, en cada palabra su franqueza serena, en cada mirada su nobleza desbordante. Su vida fue un espejo de autenticidad y generosidad, un ejemplo discreto, casi silencioso, de cómo se puede ser grande desde lo simple.
Lo que lo hacía especial no era solo su talento, sino también su forma jovial de ver la vida, nadie le imponia la prisa de esto tiempo, porque el trabajaba a su ritmo. Getulio reía con la naturalidad de un niño, disfrutaba de los detalles más sencillos y tenía esa capacidad de contagiar alegría aun en los momentos difíciles. Con familiares y amigos era puro cariño, pura transparencia, un ser que parecía no conocer la malicia. Tanto así, que muchos decían que era “un niño noble en el cuerpo de un hombre”.
En Santiago, su creatividad se convirtió en un puente entre la cultura, el periodismo y la ciudadanía. Desde su taller de diseño, al que llegaban reporteros, comunicadores y amigos de todas partes, salían ideas que daban forma a campañas, actividades y proyectos que sin él habrían pasado inadvertidos. Con cada cartel, afiche o creación gráfica, Getulio no solo hacía arte: ayudaba a visibilizar causas, a dar voz a quienes la necesitaban, a dejar huella.
Los periodistas lo buscaban porque sabían que con su ingenio y sensibilidad lograba transformar lo ordinario en extraordinario. Los amigos acudían a él no solo por su talento, sino también por el refugio de su compañía, siempre cálida, siempre sincera. Su estudio era más que un lugar de trabajo: era un espacio de amistad, conversación y complicidad.
Su partida duele como una herida abierta. Se siente como si la luz hubiera perdido intensidad, como si el aire mismo se volviera más pesado. Los amigos lo lloran con desconsuelo, con la amarga certeza de que ya no escucharán su voz calmada, ni verán esa sonrisa franca que siempre aparecía en los momentos oportunos.
Getulio no era un hombre común: era un espíritu limpio, un corazón inmenso, una presencia siempre necesaria. Era la nobleza hecha persona, el compañerismo vuelto carne, la amistad elevada a virtud.
Hoy su ausencia se convierte en presencia eterna, en memoria imborrable. Porque quienes lo conocieron jamás podrán olvidarlo, y en cada recuerdo habrá una mezcla de nostalgia y gratitud. Se fue el amigo leal, el hermano solidario, el hombre bueno. Queda su ejemplo, queda su huella, queda su recuerdo que será siempre faro en medio de la oscuridad.
¡Hasta siempre querido amigo, que la tierra te sea leve.!
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