Oposición dominicana: la hora de unirse para derrotar a la oligarquía.

Por Jory Lopez / Politólogo.
En nuestro país, la oligarquía que hoy gobierna no es un rumor: tiene nombres, apellidos, contratos, negocios y medios de comunicación a su servicio. Se presenta como adalid de la democracia, pero utiliza el Estado como si fuera su hacienda privada. Controla instituciones, dicta la agenda nacional y fragmenta a sus adversarios con precisión quirúrgica. Un ejemplo claro es el fenómeno electoral Omar Fernandez Senador del Distrito Nacional: una jugada de esos sectores para provocar un enfrentamiento entre padre e hijo, ambos militantes de la Fuerza del Pueblo.
Hoy, la oposición no parte de cero. Está representada por dos partidos con estructuras sólidas: la Fuerza del Pueblo, nacida de la división interna del Partido de la Liberación Dominicana, y el propio PLD, que juntos gobernaron por 16 años consecutivos. Del llamado “partido de Bosch” surgieron dos líderes que marcaron la historia reciente: Leonel Fernández, tres veces presidente con una gestión reconocida por el desarrollo económico y la modernización del país; y Danilo Medina, quien gobernó ocho años impulsando programas sociales y políticas de crecimiento.
Ambos partidos tienen experiencia de Estado, capacidad territorial y cuadros políticos formados. Lo que los separa no es la ideología porque la historia, la visión y la base social tienen mucho en común sino heridas recientes que, si no se sanan, serán el combustible perfecto para que la oligarquía actual prolongue su dominio.
Algunos puntos clave para construir el camino del triunfo opositor.
1. Unidad verdadera, no de foto.
La oligarquía sobrevive gracias a la división. Mientras FP y PLD se vean como enemigos, el verdadero adversario seguirá gobernando. La unidad no significa borrar el pasado, sino pactar sobre el futuro: un acuerdo mínimo de gobierno que garantice la alternancia y devuelva el poder a la mayoría. Sin ese pacto, la victoria de la oligarquía está asegurada.
2. Recuperar la narrativa.
El actual gobierno ha intentado pintar a los viejos aliados como “responsables del pasado” y a sí mismo como el único camino. La oposición debe contrarrestar esto no con defensas tímidas, sino reivindicando lo logrado en 20 años y explicando cómo corregir errores. Quien no cuenta su historia deja que el adversario la escriba.
3. Organizar los territorios.
La fuerza de FP y PLD no está solo en las encuestas, sino en sus comités intermedios, círculos comunitarios y bases barriales y campesinas. Sin embargo, si esas estructuras se reactivan solo en campaña, pierden eficacia. El trabajo territorial debe ser permanente, con una agenda común en las zonas donde la gente siente el abandono del actual gobierno.
4. Propuestas creíbles y de ejecución inmediata.
El pueblo no vota solo para castigar, sino para esperar mejoras. La oposición debe presentar un plan sencillo pero potente: reducir el costo de la vida, crear empleo digno, garantizar salud y educación de calidad y descentralizar el poder. No basta con decir “sabemos gobernar”: hay que demostrarlo con ideas claras y viables.
5. Pensar más allá del triunfo.
Si logran desalojar a la oligarquía, el verdadero reto será gobernar juntos sin caer en viejas prácticas. Eso exige transparencia, participación ciudadana y una nueva cultura política que impida el regreso de la corrupción o del clientelismo como norma.
La historia les ha dado una segunda oportunidad. No es común que dos estructuras políticas con experiencia de Estado y liderazgo nacional puedan unirse frente a un adversario común. Si siguen divididos, la oligarquía enquistada en el partido de gobierno celebrará otros cuatro años. Pensar que el actual presidente allanará el camino para que el doctor Leonel Fernández vuelva al Palacio Nacional es una ilusión; creer que el PRM se comportará como el viejo PRD y se dividirá es otra apuesta arriesgada.
Por ultimo, un ejemplo de lo planteado es el Frente Amplio de Uruguay (2004-2020) es un ejemplo vivo de que las alianzas programáticas funcionan. Durante 15 años, varios partidos compartieron gobierno sin renunciar a sus identidades, priorizando la agenda común sobre los intereses particulares.
Simón Bolívar – “La unidad nos salvará y la división nos destruirá.”
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