La utopía como respuesta al espejismo neoliberal en República Dominicana

Por Sergio Terrero
En la República Dominicana, donde las desigualdades se agudizan bajo el peso de un modelo neoliberal agresivo, la utopía no es una fantasía ingenua ni un lujo de intelectuales: es una necesidad urgente. Se trata de un horizonte de lucha que puede unir a las mayorías excluidas frente a un sistema que las fragmenta y desmoviliza.
Un colega me preguntó recientemente, con cierta ironía, si yo era socialista. Su pregunta no me ofendió; al contrario, me permitió reafirmar públicamente algo que para mí es una convicción ética y política: sí, soy socialista, y además marxista. Pero no en el sentido dogmático que muchas veces se caricaturiza, sino como quien se arma de herramientas científicas para entender las raíces de la injusticia y trabajar por su superación.
El mito de la «clase media»: una trampa eficaz
Uno de los mayores éxitos del neoliberalismo dominicano ha sido la creación del mito de la “clase media”. A través del consumo, el crédito fácil y la publicidad, se ha convencido a amplios sectores populares de que ya no son pobres, sino parte de una “nueva clase media emergente”. Esta ilusión cumple una función clave: fragmentar la conciencia de clase y debilitar la resistencia.
El obrero endeudado, el joven profesional precarizado o la madre soltera que subsiste con dos empleos creen que pueden «salir adelante» si se esfuerzan lo suficiente. Así, se aísla la lucha colectiva y se fortalece la idea individualista del «éxito personal», aunque la realidad sea otra: salarios estancados, servicios privatizados y vidas hipotecadas.
Esta supuesta movilidad social no es más que un espejismo sostenido por el endeudamiento masivo y la precarización laboral. La llamada “clase media” no es sino clase trabajadora disfrazada, atrapada entre el miedo a caer y la imposibilidad real de ascender.
¿Qué alternativa? Construir desde abajo
Frente a este escenario, la única salida real es colectiva. Necesitamos un proyecto político que no solo denuncie la trampa neoliberal, sino que articule a los sectores históricamente marginados: campesinos sin tierra, obreros sin derechos, trabajadores informales, jóvenes excluidos, mujeres explotadas.
Este proyecto debe incluir:
- La recuperación de una economía al servicio del pueblo, no del capital.
- La nacionalización de sectores estratégicos y la reforma agraria integral.
- La creación de espacios de organización popular donde se forme conciencia crítica.
- Y, sobre todo, la reivindicación de la utopía, no como evasión, sino como camino: la posibilidad de un país donde la justicia y la equidad no sean discursos, sino realidades.
Marxismo para entender y transformar
El marxismo, para mí, no es un dogma ni una camisa ideológica. Es un lente que permite comprender por qué seguimos siendo un país dependiente, con una economía al servicio de intereses ajenos y una sociedad atravesada por profundas desigualdades estructurales.
Usar el materialismo histórico es comprender cómo llegamos aquí; usar el materialismo dialéctico es visualizar cómo podemos salir. Significa rechazar el reformismo cómodo que pacta con las élites y apostar por una transformación profunda, desde abajo y con las mayorías.
La utopía no espera: se construye
La República Dominicana no está condenada al neoliberalismo. Existen cientos de experiencias de organización comunitaria, resistencia campesina, economías solidarias y educación popular que prueban que hay alternativas. Lo que falta es articularlas en una propuesta clara y valiente.
Soñar con una sociedad más justa no es ingenuo; es subversivo. En tiempos de cinismo y resignación, seguir creyendo en la utopía es un acto de rebeldía. Y más aún: es un deber moral.
¡La utopía es hoy!
Deja un comentario