Hoy por hoy en Venezuela, sigo creyendo en la verdad
Opinión Henry Polanco
Para Galeano. Entre su distintas frases las de los intelectuales sin cabezas, es compresible que la persona, en su visión, es un todo complejo y multifacético, donde cada aspecto se interrelaciona y se enriquece mutuamente.
Más allá de la etiqueta intelectual. Galeano no rechazaba el conocimiento ni la reflexión, sino una forma particular de intelectualidad que se divorcia de la realidad y del contexto de los procesos políticos y sociales de una masa llamada pueblo. Su afirmación «pero no un intelectual.
Por culpa de la verdad, la resistencia de la tierra de mis ancestros , tienen todo el derecho que me vean como agente green-go, e igualmente por mis verdades los green-go creen que soy de la resistencia. Por culpa de mis verdades, jamás podré afanar, apoyar o marchar, con esas verdades de los intelectuales sin cabezas, qué hoy pululan en estos medios de redes sociales proestadounidenses, en sus laberintos decadentes.
Lo político se relaciona con la capacidad humana para imaginar y construir el futuro. Imaginar o representar el futuro que se supone asumir en la complejidad del mundo, fenoménico y su constante exposición a la incertidumbre.
Todo llevado al arte de gobernar, el futuro implica comprender el presente y el pasado, así como la manera en que se condensan las decisiones relativas a los asuntos públicos.
Sin embargo, cabe preguntarse lo siguiente: ¿si la realidad adquiere un ritmo vertiginoso y alcanza transformaciones radicales que desestructuran aquello a lo que estuvimos acostumbrados, ¿por qué la praxis política se encuentra desfasada de esas transformaciones y se torna anquilosada?
Es que las transformaciones se suceden de manera acelerada y el imaginario social se torna incapaz de representar y asimilar el ritmo vertiginoso del cambio social. Así como los cambios de paradigmas.
El panorama se complica con el socavamiento de la memoria y del sentido de la historia, así como con el rapto que experimenta la imaginación y sus contribuciones para concebir el futuro.
La confusión epocal conduce a que esa vorágine de cambios no sean percibidos de manera acabada y a extraviar el carácter inédito que les rige.
Entonces, si ese devenir es imperceptible, se diluye toda posibilidad de imaginar el futuro y de ejercer a plenitud el arte de gobernar.
El asedio sobre lo político alcanza su más acabada expresión con el dislocamiento del individuo respecto a su comunidad.
Si la acción política remite al sentido de lo común y a la construcción de un futuro compartido, la entronización del individualismo hedonista y atomizado termina por asfixiar un destino y una esperanza también compartidas.
Esa crisis de expectativas atiza una generalizada insatisfacción respecto a un presente pasajero y rebasado por la amalgama de problemas públicos que sepultan toda posibilidad de comprensión y organización.
No solo las sociedades contemporáneas no somos capaces de organizarnos y de alcanzar acuerdos en torno a nuevos pactos sociales, sino que somos incapaces de comprender que las formas de organización social creadas por el propio ser humano representan la mayor amenaza para sí mismo y su devenir.
A ello podría abonar el pensamiento complejo como una urgencia en situaciones límite consignadas por la catástrofes, de la decadencia imperial del Occidente atlantistas, donde las manías conspirativas siguen siendo las mismas tendencias fracasadas del pasado.
El derecho del pueblo venezolano de ser libre e independiente y su lucha por la autodeterminación de los pueblos, no será determinado por la imposición intransigente de los medios manipuladores de la verdad y promotores de las mentiras.
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