HOY EN EL BANCO
Por Lucía Caraballo
Hoy viví una lección en persona ajena que pretendo aplicar para mí y evitar errores.
Una señora llegó a la puerta de una entidad bancaria ubicada dentro de un súper mercado, estaba alterada porque alguien se había colocado detrás de ella y no podía dar reversa para cuadrar mejor su vehículo y acceder al Autocar.
Creyéndose dueña de la razón, reclamó al seguridad que le permitiera pasar para preguntar por el dueño del vehículo Rojo que estaba detrás de ella, ante sus gritos todos volteamos para enterarnos de lo que estaba pasando, también una funcionaria de la institución se acercó para ver de qué se trataba, advirtiendo su nivel de molestia, enviaron a alguien a verificar la situación y seguido por la funcionaria que antes mencione, más otro seguridad del banco y tres del súper mercado. En menos de cinco minutos la señora había concitado la atención de seis personas que se presentaron al lugar para asistirla.
Mientras, los usuarios en la fila nos movíamos de nuestros lugares para ver el desarrollo de la saga y como buenos dominicanos inmediatamente emitimos juicios de valor que iban desde consejos técnicos para ser un buen conductor, hasta situaciones privadas que se producen entre las parejas, regularmente, en medio de la noche y casi siempre encima de la cama.
Afuera los expertos analizaban cómo mover el vehículo blanco, sin rayar el rojo que obstaculizaba el espacio. No hubo necesidad de inventar una fórmula mágica, la dueña del vehículo rojo apareció funda en mano, se montó en su carro y se retiró, ajena a los acontecimientos de los últimos minutos. En el escenario permanecieron la actriz principal, dueña del carro blanco y los empleados del súper mercado tratando de movilizar el vehículo que ella misma había maniobrado de manera incorrecta y no sabía cómo revertir la situación.
Según yo que observaba a través del cristal, la responsabilidad no era del banco, no del súper mercado. La conciencia era la culpable. No estaba presente cuando la dueña del carro rojo se estacionó en un lugar donde no debía, no estuvo cuando la del carro blanco juzgó y condenó a los empleados del banco cuestionando: ¿para qué un autocar si permiten que se estacionen en la entrada? No le veo sentido.
Moraleja: siempre hay un culpable y ese nunca soy yo!
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