El timbre de mi celular sonó, esta vez, alguien llamó para pedirme un favor que se convirtió en una experiencia inolvidable y muy provechosa para mi vida. Quien hizo la llamada fue mi amigo Elvin Cabral, me explicó que había un operativo médico para ayudar a las personas a escuchar mejor y prevenir la pérdida de la audición. Elvin me expresó que nuestro amigo Rafael Pinales (el flaco), debía ir a ese operativo para recuperar la capacidad de escuchar. Le expresé con mucha alegría que podía llevarlo.
Rafael (el flaco) y yo salimos hacia Santiago, para estar presente en dicho operativo. Mi curiosidad me llevó a preguntarle a Rafael el tiempo que llevaba sin escuchar, me respondió que había quedado sordo desde los 9 años, luego añadió que era sordo por más de 42 años. ¡Dios santo! Tanto tiempo sin escuchar la lluvia caer, el sonido de las aves, la corriente de los ríos, el rugir de las olas, y sin escuchar claramente las palabras de afirmación de su esposa; así es, más de 42 años aislado y tratado un poco diferente debido a su discapacidad auditiva.
¡Por fin! Llegamos a Santiago, un grupo de jóvenes voluntarios nos recibió con mucha decencia, recuerdo la sonrisa de ellos, era un gesto halagüeño que expresaba que todo iba a salir bien, que afirmaba que Rafael, después de 42 años sin escuchar iba a recuperar la audición. Me sentía un poco turbado al ver tantas personas sordas, sin audición y muchos sin esperanza. Podía ver sus ojos llenos de preguntas, sus caras expresaban un sentimiento ligado, preguntas tales como: ¿y podré yo escuchar después de tantos años? ¿Y vale la pena todo este esfuerzo? ¿Saldré hoy mismo escuchando o es una sanidad paulatina? Bueno, también yo mismo, pensando en Rafael (el flaco) me hacía todas esas preguntas. El flaco no estaba en la lista, de repente recordé que debía preguntar por el señor Antonio Eduardo Esteban Molinari, el fundador de la fundación Audionet, me expresaron que había salido, pero una joven me llevó al lugar indicado, esa joven estaba llena de energía y calor humano; me guió a donde otra señora que tenía una identificación en la camiseta, su nombre era Samantha. Luego supe que la joven llena de energía se llamaba Sofía, y que era la hija de Samantha y Antonio Esteban, realmente una familia integrada a una misión con propósito, la fundación Audionet.
Me senté y leí el origen de la fundación, y en ese momento todo tomó sentido, es que el hijo primogénito de Antonio Esteban, llamado David, había nacido sordo. Esto motivó a Antonio Esteban a iniciar una labor redentora, para que miles de personas con discapacidad auditiva puedan escuchar mejor y vivir mejor. De ahí nace la visión de Audionet, la cual es: Convertirse en los propulsores de mayor impacto en la promoción de salud auditiva en la República Dominicana ofreciendo soluciones de protección, cuidado, evaluación y mejora de la audición. Ese día aprendí que muchos dominicanos quedan sordos por falta de información y educación sobre el daño al escuchar música alta, aprendí que una persona expuesta por 5 minutos a 95 decibeles (95 decibeles equivale a una sirena de los bomberos a poca distancia) sufre daños que no desaparecen; además, aprendí que el 5% de la población mundial (430 millones de personas) padece una pérdida de audición discapacitante y requiere rehabilitación (432 millones de adultos y 34 millones de niños). Aprendí que se calcula que en 2050 esa cifra superará los 700 millones (una de cada diez personas). Aprendí que en la ciudad la pérdida auditiva es menor y que en los campos hay más personas con problemas de audición debido a la poca educación, no tienen acceso a la medicina y a una precaria información integral.
Debido a este operativo médico, en mi ha nacido otra pasión, otros deseos, y quiero citar algunos de ellos:
– Sueño un poco que, se puedan reducir los ruidos tóxicos.
– Sueño un poco que, nuestras autoridades ejerzan sus funciones para beneficio de cada ciudadano en la prevención de la sordera.
– Sueño un poco que, las autoridades entiendan que no sólo se trata de incautar equipos de sonidos, es más allá de eso, es articular y unir voluntades para educar a la población del daño fatal de los ruidos fuera de lo normal.
– Sueño un poco que, los colmadones y negocios públicos tomen conciencia que escuchar música por encima de los decibeles establecidos crea daños irreversibles.
– Sueño un poco que, la ciudad donde yo vivo, Jarabacoa, donde muchos empresarios, políticos, militares y familias, construyen su segunda vivienda de veraneo, buscando el silencio de la naturaleza y un buen clima, sueño más que un poco que en este municipio ecológico cada motor se le ponga silenciador y los que desean hacer ruidos, que lo hagan en las pistas de motocross.
– En resumen, sueño un poco que, pasemos de lo teórico a la práctica, aplicando seriamente la ley No. 90-19 sobre Prevención, Supresión y Limitación de Ruidos Nocivos y Molestos que producen contaminación sonora.
Deja un comentario