Colombia la cabeza de playa en la caida del urbanismo
Opinión Henry Polanco
Cabeza de Playa: Nombré dado en las operaciones militares anfibias a una posición establecida en la playa de un territorio enemigo, que sirve de base temporal para emprender nuevas operaciones y proteger el desembarco de suministros y refuerzos, contra otros Territorios vecinos ocupado por el enemigo.
En su establecimiento el objetivo inmediato consistiría en apoderarse del terreno necesario para que la zona de desembarco quede fuera del alcance del fuego enemigo, para disponer de la adecuada protección aérea será necesaria también la captura de un aeródromo, aeropuerto, o cualquier basé militar de cercanías.
Desde antes dél ascenso del uribismo al poder, a comienzos de Siglo XX, en medio de la lucha del Estado contra grupos guerrilleros que controlaban y controlan, vastas zonas del país, Colombia se consolidó como el principal aliado de Estados Unidos en Latinoamérica, en el famoso Plan Colombia, como la Cabeza de Playa de Estados Unidos hacia Latinoamérica.
Con el ascenso del chavismo en Venezuela y la propagación de varias experiencias de izquierda en la región, Colombia había acogido, varias bases, militares, Siete (7) en totales, asesores, tropas y tutelaje militar estadounidense, convirtiéndose en una cabeza de playa en lo que Washington históricamente ha considerado su patio trasero.
Colombia siempre ha sido considerado, desde tiempo coloniales, cómo punto estratégico para España y luego Estados Unidos que ahora está en riesgo, no por un triunfo guerrillero, como se pensó otrora, sino a causa de un proceso electoral pacífico y democrático que ha desplazado a los márgenes al principal actor político colombiano de las últimas décadas.
Aunque visto por sus críticos de izquierda como un conglomerado represivo y paramilitar asociado al narcotráfico y la guerra sucia, el uribismo también ha sido un fenómeno electoral y político de gran éxito en los últimos 20 años, había ganado cuatro de las cinco disputas presidenciales de este siglo.
Solo fue derrotado en el balotaje de 2014, tras triunfar en la primera vuelta. Su líder y fundador, Álvaro Uribe Vélez presidente de 2002 a 2010), encabezó durante años las encuestas como el político más popular del país y batió récords de votaciones, tanto como candidato a la presidencia como en su rol de postulante al Senado.
El pasado gobierno de Iván Duque (2018-2022), considerado, el delfín uribista, puede definirse como la fase decadente de este movimiento, en la que se agudizó la crisis interna en el bloque hegemónico. Previamente, durante los mandatos de Juan Manuel Santos (2010-2018) que encabezó las negociaciones de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), a pesar de haber sido ministro de Defensa del propio Uribe, había ocurrido una fisura definitoria en el bloque de poder.
Juan Manuel Santos, perteneciente a una de las familias tradicionales de la oligarquía colombiana, vino a “adecentar” un poco, con cierto éxito la imagen violenta de Colombia y su Estado e incluso obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2016.Este proceso le valió la oposición tenaz de Uribe, otrora su padrino político y su principal apoyo en las elecciones de 2010.
La firma del acuerdo de paz entre el Gobierno de Santos y las FARC, si bien fue seguida por una estela de incumplimientos, persecuciones y asesinatos de líderes sociales y exguerrilleros, también permitió que el conflicto sociopolítico se desplazara hacia los centros urbanos y la lucha dentro de las instituciones, con lo que perdió peso el factor militar y ganaron terreno agendas vinculadas a la reforma política y social.
Emergió así un potente movimiento de protesta, especialmente en el ámbito urbano, que desencuadraba las formas tradicionales en las que se venía configurando la política colombiana. Al mismo tiempo, quedó claro que una parte de las oligarquías ya no estaba dispuesta a seguir empantanada en la lógica guerrerista de las últimas décadas.
Desde entonces, el uribismo viene en un proceso de reflujo. Aunque se alzó victorioso en las presidenciales de 2018 y logró boicotear temporalmente el proceso de paz contribuyendo al triunfo del No en el plebiscito de 2016, quedó herido de muerte por este cambio de eje. En octubre de 2019, al perder las elecciones regionales, se confirmó que este movimiento estaba sufriendo un proceso de decaimiento.
Con Duque en el poder, se venían produciendo roces internos que, aunque no llegaron a la ruptura, sí contribuyeron al debilitamiento del uribismo, agregando también la desconfianza dé Estados Unidos antes las vinculaciones con el narcotráfico que han tenido inclusive familiares cercanos a Uribe Vélez.
Durante la fallida reforma tributaria de 2021, Uribe le hizo a Duque una “súplica angustiosa”, como él mismo la enunció, para que el presidente no emprendiera ese proyecto. Duque no lo escuchó y se chocó de frente contra las mayores protestas sociales de la historia contemporánea en Colombia.
El llamado estallido colombiano cambió la imagen del país, que intentaba venderse a los mercados internacionales como estable y en ascenso, a la de uno ingobernable y fragmentado.
Las legislativas de marzo de este año vieron la debacle electoral del partido de Uribe, el Centro Democrático, que pasó de ser la formación más poderosa del país a conservar apenas un 10 por ciento de los votos, un resultado que lo dejó en quinto lugar, lejos de la primera posición que acostumbraba.
Todo esté complejo entramado de largas décadas de servilismo y dé entrega hacia Estados Unidos convertido en la Cabeza de Playa de la hegemonía política de Washington hacia el Caribe y Suramérica, podría dar un giro con el nuevo gobierno de la Izquierda moderada y progresistas, que no, vaciló en desenvainar la histórica Espada de Bolívar, la cual represento la desaparecida Gran Colombia que el libertador siempre soñó, con las cinco República Suramericana, y que el Eterno Jorge Eliecer Gaitán soñaba consolidar desde la estratégica Cabeza de Playa que constituía Colombia para las potencias coloniales tanto Españolas cómo anglo- norteamericana.
Largo y complejo es el camino que deberá transitar el nuevo Gobierno colombiano a fin de recomponer la situación actual de ese país y avanzar hacia la plena integración con las demás naciones del continente, que miramos con entusiasmo y esperanza la posibilidad cierta de que ese noble Pueblo, hijo también del Padre Libertador Simón Bolívar, logre conseguir la paz verdadera y definitiva, sorteando los peligros y resistiendo las presiones a las que, con toda seguridad, deberá enfrentarse para poder hacer realidad los deseos de cambio profundo que animaron a las colombianas y los colombianos a votar por un gobierno progresista, con inclinación de izquierda.
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