Un dios es un ser que se le rinde homenaje, respeto, culto y adoración. Un dios creado y fijado en la mente del ser humano producirá en la conducta de esa sociedad el carácter que proyecta ese dios. En otras palabras, de la forma en que vemos a esos dioses, de esa misma manera nos vamos a comportar en la economía, en la familia, en la política y en todo lo que hacemos como comunidad.
Nosotros como dominicanos somos moldeados por tres ejes que “casi” actúan como dioses, porque en el comportamiento sociológico del dominicano se refleja la desenfrenada atención y la energía que invertimos en el béisbol, en la política y en el escape religioso de una forma inconsciente y en forma de culto y adoración. Endiosamos la temporada de los juegos, todo se paraliza; de hecho, algunas personas me han expresado en la temporada de béisbol que no le hablen de nada porque es tiempo de pelota, el cerebro deja de producir, el congreso aprovecha esos tiempos para insertar sus proyectos sin que la sociedad se percate, y el juego se convierte en un arma de dos filos. Es como que todo gira alrededor de esos tres ejes, aun nuestra propia fe occidental está en una especie de jaula mental, hasta el punto que dejamos las verdades centrales y liberadoras del cristianismo. El béisbol está presente y penetra de forma transversal en todas las clases sociales, no así con nuestra fe heredada, que se manifiesta los domingo y solo con una duración de dos horas. Es por eso que volvemos a nuestros dioses “reales” -El béisbol, la política y el escape religioso-, decimos reales porque nos controlan y nos hipnotizan.
Estas tres actividades en momentos determinados se convierten en herramientas que generan una especie de sedante que se activa cuando los tentáculos de esos dioses abrazan el ser completo de los dominicanos. Los dioses inspiran miedo, distancia y control, de la misma forma el desenfreno por el béisbol crea un paréntesis en el compromiso social de los dominicanos, nos deja debilitados y en una catarsis que nos hace creer que somos una nación exitosa.
El otro dios que nos divide es la política, succiona la potestad ciudadana y destruye cualquier masa crítica que intente levantarse o surgir. La política en nuestra cultura dominicana es emocional, no es analítica, nos hemos quedado con líderes muertos, lo seguimos, lo citamos, y lo seguimos perpetuando en forma de sueño, sueños improductivos. El dios de la política ha penetrado en todas las esferas sociales, nos controlan, nos inspiran, nos usan, nos canalizan, nos drenan financieramente, nos hacen creer que somos sus discípulos; en fin, nos ponen de rodillas y le adoramos. ¡Que diablura! Pero así es, hemos elegido a los partidos como becerros de oro, y nos sentimos engañados, pero como son nuestros dioses, creemos que aun lo peor el dios lo convertirá para bien.
El último dios y muy sutil es el escape religioso, nos crea un mundo irreal, queremos ver cosas que ni Jesús nos ha prometido, vivimos en dos mundos, queremos correr de la realidad y la esquivamos. Este dios no es el de Calvino, no es el dios de John Wesley, no es el dios de la Madre Teresa de Calcuta. Este dios nos quiere hacer rico sin esfuerzo y sin dolor, sin problemas, nos aísla de la realidad y del compromiso social. Es un dios que intenta controlar al Dios real.
Debemos re evaluarnos, el béisbol debe ser un deporte que disfrutemos, pero que nunca nos paralice; la política debe ser un ejercicio de transformación y reforma estatal; y el escape religioso debe de convertirse en un estilo de vida que toque el ahora y el después, tomando la palabra de Jesús como modelo: Yo he venido para que tengan vida y una vida en abundancia. Y yo agrego: Una vida completa y real.
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