El crecimiento de Panamá y el fracaso de los gremialistas amarillos
Por Henry Polanco
Hace un siglo, un acuerdo entre accionistas franceses, el gobierno de Washington y la oligarquía panameña convertía a una provincia colombiana en nación.
La función de esta última consistía en permitir a Estados Unidos el control del canal que une los dos océanos a través del istmo centroamericano. Una secuencia histórica no muy conocida por el gran público, que habla desde el fondo del tiempo sobre la continuidad de las injerencias externas, las traiciones locales y la vigencia de las luchas por la soberanía en América Latina.
Cómo todos los países satélites, poca veces los acontecimientos de Panamá alcanzan titulares en los medios de comunicación internacionales, sólo se sabe algo de Panamá cuando se visualizan las inferencias hacia otros países vecinos.
En los últimos años, cuando las noticias del país han dado la vuelta al mundo, se refirieron al gran paraíso fiscal y financiero en que se ha convertido este pequeño istmo, y que ha trascendido gracias a escándalos como el de los «Panamá dónde varios líderes políticos, empresarios, Artistas, sobre todo del circuito aquel dé los conciertos humanitario, son los preferidos para evadir impuestos.
Este paraíso financiero adherido algo canal, en que pululando los bancos con cuentas secretas y bufetes que crean empresas de maletín, junto a enormes rascacielos al servicio de la especulación inmobiliaria y puertos que trasiegan decenas de miles de contenedores cada año.
Dónde cualquier empresa multinacional se puede establecer con pingües beneficios fiscales, para regocijo de la burguesía financiera y rentista, fue denominado por un expresidente capitalista (que entró a la Presidencia millonario y salió multimillonario) como «la *Dubái de Centroamérica».
Pero a ese «paraíso capitalista», modelo y orgullo de la globalización neoliberal y a menudo exhibido como ejemplo junto con Chile en América Latina, del buen funcionamiento del sistema, le ha llegado ahora el turno de la explosión social, un estallido que ha remecido hasta sus cimientos tanto su orden económico como el político.
En los últimos días, y en todas las direcciones de la geografía nacional, la gente se echó a las calles, realizó bloqueos y se movilizó, tanto en las capitales provinciales como en los pequeños poblados. De esta manera, el pueblo panameño sigue los pasos que en los últimos años llevaron a las calles a los chilenos, colombianos, ecuatorianos y un largo, y se habla del despertar del pueblo panameño, Qué diríamos los dominicanos.
La causa del estallido social radica en un elemento central de la crisis mundial capitalista: la alta inflación de los precios, en especial de la comida, impulsada por el alza de los precios del combustible, algo que agobia a toda América y que en Panamá no se tragan el cuento.
En los últimos 20 años, Panamá ha exhibido cifras macroeconómicas que son un encanto para los neoliberales, la exhiben como un ejemplo de economía, y dé verdadero gozó para las transnacionales, Muy Parecido a República Dominicana.
En particular, un sostenido crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), que hacia 2010 llegó al 10% (aunque luego se fue moderando), impulsado por una economía dolarizada que ha aprovechado para la acumulación privada la reversión del canal a la soberanía panameña a inicios de este siglo, además de contar con todo tipo de incentivos fiscales.
La formación socioeconómica panameña ha sido denominada como «transitista», para describir el hecho de que ese es el papel que le toca al istmo de Panamá en la división internacional del trabajo, muy baja producción agropecuaria e industrial y todo el peso del Estado y la economía volcada a la zona de tránsito de mercancías, hoy estructurada en torno al canal.
Se trata, así, de un país que importa casi todo lo que consume, con una balanza comercial siempre deficitaria, aunque siempre se habla de abundancia, que en la realidad campea con una desigualdad social enorme y una marginalidad extrema que no suele aparecer en los medios de comunicación, ni en los informes de los organismos financieros internacionales,
Pero los números que alegran a los neoliberales esconden la realidad de que este país, incluso antes de la pandemia, ya era considerado por el Banco Mundial como uno de los más desiguales de América Latina y el mundo.
Aquí, el décil de la población con mayores ingresos recibe cuarenta veces más que el decil con menores ingresos. Este sector de menores ingresos y altas tasas de pobreza geográficamente se ubica en las comunidades rurales e indígenas, que son las que ahora han salido a protestar y bloquear la carretera Panamericana.
Y que además forman parte de las organizaciones Civiles, qué son los que verdaderamente controlan el paro, que lleva más de 15 días, los Sindicatos y Gremios, se han sumado al paró, tratando de controlarlo, Pero mientras sindicalistas se sientan con el gobierno, la organizaciones Civiles, que realmente mantienen la protesta, continúan sin aprobar los intereses de los sindicatos y gremios que siempre se convierten en apaga fuego dé la burguesía nacional, haciendo su rol de que la sangre no llegue al Río.
Un detalle que nadie quiere informar, pues se trata de ocultar los intereses de clases disfrazado de falsos Sindicato que ya no representan necesariamente a los trabajadores, sino, que son los verdugos de los trabajadores, que viven dé el diálogo, de las negociaciones con la finalidad de gestionar relevancia política dentro de la burguesía nacional del Estado.
Está Vez Panamá ha dicho No, y se lo dice al gobierno y a sus sindicatos y Gremios.
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