La otra guerra vulnerabilidad refugiados tráfico y trata de personas ucranianas
Por Araceli Aguilar Salgado
«Exigimos que se tomen medidas específicas para proteger a las mujeres», ha subrayado al inaugurar una jornada organizada por el grupo socialista en el Congreso con el título «Ni es trabajo ni es sexo ¡Abolición de la prostitución para proteger los derechos de todas las trabajadoras!» Andrea Fernández
Ucrania fue, en los 90 y sobre todo los 2000, destino privilegiado de turismo sexual en Eurasia, llegando incluso a rivalizar con Tailandia.
La guerra es una situación caótica en la que las personas no siempre pueden tomar buenas decisiones. A menudo también hay traumas. Eso hace que las personas que huyen sean vulnerables, especialmente las mujeres y los niños, los refugiados son muy vulnerables y la gente trata de aprovecharse de eso.
En Ucrania poco se ha hablado de ello, sobre todo en el Donbás, teniendo en cuenta el alto grado de militarización y las dimensiones que el conflicto tomó en 2014 y que golpearon directamente a las economías y modelos familiares de la zona, más allá de algunas investigaciones puntuales.
Tenemos un problema cuando, en la denuncia de los vientres de alquiler nunca se hable de la geopolítica detrás de esta violencia. Gestar un bebé bajo las condiciones leoninas de los contratos de empresas privadas blindadas por el gobierno ucraniano es la alternativa de muchas jóvenes en un país donde el salario mínimo no llega a los 200 euros.
Pero hay otras muchas formas de violencia y trata de las mujeres ucranianas que la guerra ha intensificado y que son atravesadas por la clase y el territorio.
Las mafias tienen en el punto de mira a las mujeres y niños que huyen de la guerra en Ucrania y las autoridades polacas confirman a Efe la detección de casos de criminales deambulando por las estaciones de Varsovia y Przemysl (cerca de la frontera), lo que ha obligado a definir protocolos y extremar la vigilancia.
Desde que comenzó la guerra en Ucrania el 24 de febrero, las autoridades polacas han detectado la presencia en diferentes estaciones de criminales que aprovechan la situación de vulnerabilidad de los refugiados en busca de víctimas y con intenciones nada comparables a las de la mayoría de los polacos y los cientos de voluntarios entregados a ayudar a quienes huyen del conflicto.
El alcalde de la capital polaca, Rafal Trzaskowski, subraya a Efe que “el 99% de la gente en Varsovia tiene buenas intenciones”, pero admite que está trabajando con ONG que luchan contra el tráfico de personas, la trata de mujeres y otros tipos de abusos por parte de grupos criminales que ven negocio en la ola de refugiados ucranianos en Polonia.
La capital polaca ha ganado un 15% más de población desde finales de febrero porque más de 200.000 refugiados han decidido quedarse en Varsovia hasta que termine la guerra.
“Intentamos distribuir información a las mujeres para decirles que deben tener cuidado. Que no acepten cualquier ayuda si van solas. Que deben viajar en grupo, que pidan los datos de la gente que les ofrece ayuda si no es gente de la ciudad, el gobierno o las ONG que están registradas con nosotros. Tenemos que estar vigilantes”, alerta Trzaskowski.
A la estación del este de Varsovia llegan unos 6.000 refugiados ucranianos, pero el dato alcanzó los 12.000 al día en el pico de la ola, y el proceso es el mismo para todos: bajarse del tren, recibir alimentos y productos básicos, descansar y poner rumbo al destino final, que puede estar en otro país, o en un alojamiento de acogida de vecinos registrados en una base de datos destinada a ofrecer vivienda a los refugiados.
La coordinadora del punto de recepción de esta estación, Katarzyna Niwinska, señala que “ya se han dado casos en los que la gente ha tratado de abusar de la situación”, y como ejemplo señala el de una joven que recibió una oferta de ayuda por parte de hombre que le exigió que le “enviara una fotografía de su cuerpo antes de ir a buscarla” a la estación.
En esta estación, más de un centenar de voluntarios están pendientes para evitar abusos.
A unas seis horas de la capital, en la frontera con Ucrania, la policía también ha detectado la presencia de delincuentes listos para abusar de los más vulnerables.
Wojciech Bakun, alcalde de Przemysl, donde se encuentra la primera estación ferroviaria tras cruzarla frontera con Ucrania, explica a Efe que “desde el primer día se trató de tener mucho cuidado con este tipo de situaciones cuando alguien recoge a una persona” en la estación.
Medio millón de personas han pasado ya por Przemysl, principalmente mujeres, niños y ancianos.
La región ha desarrollado un sistema que funciona en toda la provincia, por el que los conductores deben quedar registrados con una licencia y un número de matrícula del coche, y con un destino previamente acordado con las autoridades, antes de recoger a un refugiado.
“Así sabemos con qué conductor va cada refugiado y a dónde va. Con este sistema, nadie puede abandonar el punto de recogida sin una banda especial en el brazo para que la policía sepa que se trata de unos refugiados y un conductor ya registrados”, subraya Bakun.
Además, este sistema “desarrollado en cuestión de tres días” también permite a los refugiados confirmar en una aplicación su llegada sanos y salvos a su destino.
Este es un ejemplo de los esfuerzos centrados en prevenir que los refugiados sean abusados por las mafias, pero es la policía regional y la policía militar polaca la que se centra en la detección de delincuentes que buscan por las estaciones de tren a potenciales víctimas.
“Vigilan al sospechoso, comprueban el documento de identidad, preguntan, y mantienen un ojo para evitar estas situaciones”, asegura Bakun.
Sobre esta situación, la agencia Europol ha subrayado que “los conflictos crean oportunidades para que prospere la delincuencia organizada y amplifican la amenaza que los grupos delictivos pueden representar para la seguridad interna”.
La Comisión Europea también ha alertado del riesgo de que mujeres y niños que llegan desde Ucrania puedan caer en manos de redes de tráfico de personas, y ha alertado en particular de la situación de los huérfanos, que son «extremadamente vulnerables» y de los grupos que aprovechan ese tipo de crisis para explotar sexual o laboralmente a las personas, en actividades delictivas o la mendicidad e incluso para el tráfico de órganos.
Como en el sector agrícola, el mundo del transporte y la prostitución, también pueden ser obligados a transportar drogas, trabajar en el cultivo de cannabis o ser explotados criminalmente.
Destaca la necesidad de «institucionalizar la recepción de los refugiados y hacer un control de las familias de acogida» y lanza una serie de advertencias para quienes huyen del conflicto:
– Cuidado con las furgonetas de particulares
– Cuidado con entregar la documentación personal
– Llevar siempre un teléfono móvil
– Decir a terceros dónde me voy
– Cuidado si me ofrecen dinero
El número de refugiados de la guerra en Ucrania asciende ya a 2,5 millones de personas, según la ONU.
Ucrania es un país con gravísimas desigualdades y una cultura patriarcal muy arraigada con estereotipos de género tradicional muy acusada. Lo único que hace la guerra es agravar las desigualdades. Y existe un arma de guerra que es la trata de mujeres ucranianas, las mujeres son las víctimas y el ministro de Exteriores de Ucrania ya ha denunciado violaciones por parte del ejército ruso en distintas ciudades.
“Trabaja en dar alternativas de vida sostenible a refugiados y desplazados que minimicen las posibilidades de caer en redes de trata y sirva para proteger a las víctimas de trata de personas detectadas en países que se encuentran en conflicto.”
Araceli Aguilar Salgado Periodista, Abogada, Ingeniera, Escritora, Presidenta del Congreso Hispanoamericano de Prensa, Analista y comentarista mexicana, del Estado de Guerrero, México.
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