Opinión Samuel Luna
Hay mujeres que han nacido para romper el diafragma de una sociedad marcada por Platón y por Aristóteles; esas mujeres, se burlaron de aquellas trampas y pensamientos esclavistas. Ellas, nunca se vieron menos que los hombres y más que los esclavos, simplemente se vieron como mujeres con dignidad y libertad emocional. Entre ellas, hay una que se nos fue hacia las esferas concéntricas; sí, se nos fue una heroína, un modelo y una estrella, logró escapar hacia otra esfera buscando libertad completa, y ella, Olga Tavárez Capellán de Estévez, sólo duerme.
Doña Olga, como se le conoció, impactó miles de vidas, en cada rincón del país encontramos un testigo de su labor como directora del Instituto Evangélico de Santiago; yo soy testigo de su disciplina, del buen uso de nuestro idioma español, marcó en mi la buena forma de un caballero, porque todos debíamos usar franela, correa, pañuelo, costumbre que hasta hoy mantengo. Fue más que una directora, usó su capacidad pedagógica para apoyar instituciones que surgían sin recursos financieros, ella se trasladaba a los campos para fortalecer a las mujeres olvidadas y maltratadas. Fue una mujer ilustre, sus grandes obras así lo confirman. Era una mujer llena de valentía, de fuerza moral, y con una capacidad para enfrentar el peligro o la adversidad en beneficio de otros.
Doña Olga nunca abusó de su posición, llevó una vida espartana, todo el tiempo anduvo en su tímido carro color rojo naranja; su ética y su filosofía de vida fueron el mejor legado cargado de integridad.
Su belleza fue construida en el silencio, usando su carácter como materia prima. Por eso, ella fue una mujer heroica, que dejó trazado el camino del éxito y de la identidad; dejó el trillo delineado, y sólo nos toca a nosotros transitarlo con los mismos códigos que ella plasmó.
Ser una mujer heroica es más que triunfar en un evento, es más que publicidad, se trata de vivir de forma pausada pero dejando marcas imborrables; entre esas marcas, podemos gozar de tres varones y dos hembras que salieron del vientre de Doña Olga, ellos siguen perpetuando de forma significativa la vida de su madre; porque para ser un ente de transformación sólo necesitamos ser reales y seguir los pasos del maestro por excelencia, Jesús. Ella lo hizo, lo siguió de forma integral y sin escándalos generados por la catarsis.
Doña Olga fue la continuidad de aquellas heroínas que dieron forma a la democracia dominicana, que brindaron a los sedientos el agua liberadora del conocimiento.
Al pensar en ella, llegan a mi mente mujeres como: Concepción Bona, María Trinidad Sánchez, Salomé Ureña, Juana Saltitopa, Hermanas Mirabal, Piky Lora y Mamá Tingó. En esa línea conductual nos damos cuenta de la importancia del carácter, las conductas se repiten, se encarnan y se manifiestan; y precisamente, eso fue lo que logró encarnar doña Olga.
Pero la noche siempre llega, y aparece para silenciarnos; es ahí, cuando nos damos cuenta que el precio de ser una heroína es amargo, nos entregamos al creador para dejar nuestro legado; como se ha dicho, que para vivir plenamente hay que tener el coraje de integrar a la muerte en la vida. Gracias doña Olga por vivir una vida con acento, por servir, amar y educar con pasión y vocación.
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