China sigue siendo socialista
Opinión Henry Polanco
Desde que 1992 el famoso politólogo estadounidense Francis Fukuyama, al servicio en aquel momento dél Think Tank, del departamento de Estado, se atrevió a anunciar :el fin de la historia: celebrando el hundimiento de la URSS, dijo, :la humanidad entra en una nueva era. Conocerá una prosperidad sin precedentes.
Aureolada con su victoria sobre el imperio del mal, la democracia liberal proyectaba su luz salvadora sobre el planeta asombrado. Desembarazada del comunismo, la economía de mercado debía esparcir sus bondades por todos los rincones del globo, unificando el mundo bajo los auspicios del modelo estadounidense,
La desbandada soviética parecía validar la tesis liberal según la cual el capitalismo y no su contrario el socialismo, se adaptaba al sentido de la historia. Todavía hoy la ideología dominante reitera esta idea simple: y se repiten en sus medios, si la economía planificada de los regímenes socialistas cayó, es porque no era viable.
El capitalismo nunca estuvo tan bien y ha conquistado el mundo, cómo ahora, toda la década de los Noventa, era felicidad para él mundo capitalista neoliberal, hasta Joseph Stiglitz, escribió, nuestro felices noventa 90.
Los partidarios de esta teoría están tanto más convencidos en cuanto que el sistema soviético no es el único argumento que habla en su favor. Las reformas económicas emprendidas por la China popular a partir de 1979, según ellos, también confirmarian la superioridad del sistema capitalista.
Por que era común escuchar analistas que afirmaban tajantemente, *Acaso no han acabado los comunistas chinos, para estimular su economía, admitiendo las virtudes de la libre empresa y el beneficio, incluso pasando por encima de la herencia maoísta y su ideal de igualdad.
Sin embargo la realidad era que, los chinos sí, aprendieron la lección de una historia dolorosa, esta vez la liberalización del comercio y las inversiones en el mercado,es competencia de la soberanía de China y están controladas por el Estado, no por las cúpulas financiera mundial.
Lejos de ser los enclaves que solo benefician a un puñado de compradores, la nueva liberalización del comercio fue uno de los principales mecanismos que han permitido liberar el enorme potencial de la población.
Otra característica de esta apertura, a menudo desconocida, es que beneficia esencialmente a la diáspora china, que entre 1985 y 2005 poseía el 60 % de las inversiones acumuladas, frente al 25 % por los países occidentales, mientras que el 15 % por Singapur y Corea del Sur.
La apertura al capital extranjero, fue en primer lugar un asunto chino. Movilizando los capitales disponibles, la apertura económica creó las condiciones de una integración económica asiática de la que la China popular es la locomotora industrial.
Por eso decir, que la economía China se convirtió en capitalista, después de haber sido comunista, indica, pues, una visión ingenua del proceso histórico. Que hayan capitalistas en China no convierte el país en capitalista, si se entiende con esta expresión un país donde los dueños de capitales privados controlan la economía y la política nacionales.
En China es un partido comunista con 90 millones de afiliados, que irriga al conjunto de la sociedad, el que tiene el poder político, y la planificación económica de esa nación y quien maneja las estrategias de desarrollo social económico, y cultural. Hay que hablar de sistema mixto, o de capitalismo de Estado, que fue el resultado del lenismo en la desaparecida URSS.
Cuando se trata de clasificar el sistema chino, el apuro de los observadores occidentales es evidente. Los liberales se dividen en dos categorías: los que reprochan a China que siga siendo comunista y los que se alegran de que se haya hecho capitalista. Unos solo ven un régimen comunista y leninista, disfrazado, aunque ha hecho concesiones al capitalismo ambiental.
Para otros China se ha vuelto capitalista, por la fuerza de las cosas y esa transformación es irreversible, segun afirman, sin embargo algunos observadores occidentales intentan captar la realidad con más sutileza. Así Jean-Louis Beffa, en una publicación económica mensual, afirma directamente que China representa la única alternativa creíble al capitalismo occidental.
Después de más de 30 años de un desarrollo inédito, escribe, ¿no es hora de concluir que China ha encontrado la receta de un contramodelo eficaz al capitalismo occidental?
Hasta ahora no había surgido ninguna solución alternativa y el hundimiento del sistema comunista en torno a Rusia fue devastador tsunami para las luchas geopolítica, no para las luchas sociales, dé los pueblos, y sus respectivas necesidades.
Pero la China actual no lo suscriben. Su modelo económico híbrido combina dos dimensiones que saca de fuentes opuestas. La primera procede del marxismo leninismo, está marcada por un poder controlado del partido y un sistema de planificación vigorosamente aplicado. La segunda se refiera más a las prácticas occidentales, que se centra en la iniciativa individual y en el espíritu emprendedor que Cohabitan así el control del PCC sobre los negocios y un sector privado abundante.
El análisis es interesante pero vuelve a las dos dimensiones pública y privada del régimen chino, puesto que es la esfera pública, obviamente, la que está al mando. Dirigido por un poderoso partido comunista, el cual ha logrado un Estado chino fuerte. Controla la moneda nacional, incluso la deja caer para estimular las exportaciones, lo que Washington le reprocha de forma recurrente.
Controla casi la totalidad del sistema bancario. Vigilados de cercanías por el Estado, los mercados financieros no desempeñan el papel desmesurado que se arrogan en Occidente. Su apertura a los capitales, por otra parte, está sometida a condiciones draconianas impuestas por el Gobierno. En resumen, la conducción de la economía china está en la férrea mano de un Estado soberano y no en la mano invisible del mercado, deseosamente querida por los liberales.
Algunos se lamentan. Un liberal autorizado, un banquero internacional que enseña en París revela que la economía china no es una economía de mercado ni una economía capitalista. Tampoco un capitalismo de Estado, porque en China es el propio mercado el que está controlado por el Estado. Pero si el régimen chino tampoco es un capitalismo de Estado, ¿entonces es socialista, ya que es el propietario de los medios de producción o al menos ejerce el control de la economía,
La respuesta a esta pregunta es claramente positiva.
La dificultad del pensamiento dominante para nombrar el régimen chino, como vemos, viene de una ilusión contemplada desde hace mucho tiempo: al abandonar el dogma comunista China entraría por fin de la historia,en el maravilloso mundo del capitalismo ¡Sería estupendo poder decir que China ya no es comunista! Convertida al liberalismo, esta nación entraría en el derecho común. Con la vuelta al orden de las cosas, la capitulación validaría la teología del homo occidentalis.
Pero sin duda se ha malinterpretado la célebre fórmula del reformador Deng Xiaoping: poco importa que el gato sea blanco o negro si caza ratones. Eso no significa que da igual el capitalismo o el socialismo, sino, que el modelo funciones, en el desarrollo y bienestar de la necesidad de ese pueblo, y es lo que ha sucedido, algunos dicen el milagro Chino, y otros la estrategias China, pero dé se convirtieron en poderosos, nadie lo niega.
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