El derecho dé información como derecho a la desinformación
Según Idalberto Chiavenato, afirma que la información consiste en un conjunto de datos que poseen un significado, de modo tal que reducen la incertidumbre y aumentan el conocimiento de quien se acerca a contemplarlos.
Estos datos se encuentran disponibles para su uso inmediato y sirven para clarificar incertidumbres sobre determinados temas sociales, político, económico, y cultural, Ferrell y Hirt, por su parte, dicen que esos datos y conocimientos están estrictamente ligados con mejorar nuestra toma de decisiones.
Así que, si un individuo se encuentra bien informado sobre un aspecto, seguramente su decisión al respecto podrá ser más acertada que uno que no lo esté. La información siempre ha sido un bien escaso para las masas, porque significa, ayudar al conocimiento a caminar por un riesgo para los que ejercen el poder.
El problema se alivió cuando pasó a ser reconocida como derecho fundamental dé los ciudadanos. Todo ello trajo como consecuencia entregarla a los canales de la burocracia, a los fines de controlar la información contenida.
Se puede entender que en este caso hay información, pero pasando de puntillas por lo que no conviene que se difunda o dejando fluir al escenario público material irrelevante, es decir, aquel en el que no están involucrados intereses de alguna naturaleza.
En lo demás, cuando entran el accionar la propaganda y la publicidad para el tratamiento de los hechos noticiables, los cuales siempre inmediatamente se contaminan y llegan al receptor del conocimiento disfrazados del color de las conveniencias de sus patrocinadores.
Porque maquillar los hechos es precisamente romper su pureza y alterar la información de tal forma que al final resulta no ser la realidad objetiva, sino, el interés mediático que conviene.
Desinformar es simplemente no informar de lo que se debe informar o hacerlo bastardeando la noticia con la finalidad de alimentar la ignorancia de las masas, incumpliendo el principio de procurar conocimiento real, que expresan los expertos.
Efectivamente, la información sigue siendo un derecho para los ciudadanos de los países, pero debiera aclarase que, una vez oficializada, debe someterse al filtro de la censura de la libertad, en la que solo están presentes los intereses del poder dominante.
Lo que suponen dar a la información el sesgo apropiado para que coincida con ellos, es decir, manipularla.
De manera que si hay manipulación, la información deja de serlo y pasa a ser desinformación, sencillamente porque no se informa conforme a la realidad o lo que resulta ser objeto de información son hechos evidentes o irrelevantes, que no lo resuelve la constitución como pedazos de papel.
Cuando la información es contaminada por el interés y se aleja de la realidad material, subsiste como derecho, pero no a la información, sino como derecho a la desinformación, porque se oferta con la correspondiente carga de maquillaje ideológico o comercial.
Hoy, contando con tanta información y medios para el conocimiento de la noticia por las masas, resulta que en pocos momentos de la historia se ha dado la paradoja de que, dado el amplio despliegue dedicado a tal fin, la ciudadanía en general esté tan desinformada.
La cuestión obedece a que se sirve información, porque es un derecho ciudadano, pero como simple formalidad.
Un envoltorio, dentro del cual solo hay desinformación o noticia adornada, y a esto ha quedado reducido el llamado derecho a la información.
Todo pudiera ser una aparente sinsentido se hace evidente en el plano de la realidad, es decir, más allá de ese mundo ficticio fabricado por el alto entramado empresarial capitalista que controla toda la existencia en connivencia con la política actual, y dé siempre.
Y sobre el terreno, la información en la actualidad se mueve por los cauces establecidos por la doctrina oficial, entregada a la función de servir informativamente lo que conviene al que controla el sistema, y los cautivos ciudadanos que siempre tenemos esperanza de justicia.
Aunque, a veces, la vanguardia informativa le cuela algo inconveniente y tiene que activar a sus operarios para que arreglen el asunto y las aguas vuelvan a su cauce, jugando con la teoría del bulo.
Cualquier observador, al que no se le haya lavado el cerebro y que se lo proponga, puede apreciar la categoría de la que gozan las noticias informativas a la vista de su ejercicio práctico.
Unas, las que conjugan con los intereses de la minoría dominante, y se anuncian cómo estribillo de la canción de moda, por ahora la información contenida en papers Pandora, buscaremos la música perfecta para que convengan al porvenir dé éste paisito.
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