DEL PODER BIPOLAR A LA AGRESIÓN UNIPOLAR, EN UN 11 DE SEPTIEMBRE
Por Henry Polanco
Durante décadas, el gobierno de Estados Unidos había intrigado en Oriente Medio apoyando regímenes despóticos y fomentando el fundamentalismo islámico como antídoto contra todo lo que se considerara de izquierdas, el apoyo a la fundamentalistas monarquía Saudita y sus atrocidades cometidas complacieron a la gran potencia norteamericana.
En 1990, la agonía de la URSS pareció inaugurar un nuevo orden mundial dominado por Washington, o lo que un columnista estadounidense denominó acertadamente el momento unipolar.
El imperio estadounidense, que hasta entonces aún se tambaleaba por su síndrome de Vietnam, consiguió superarlo o eso creía Bush padre al lanzar un ataque devastador contra Irak en 1991.
Bush había sido instado por Margaret Thatcher a expulsar a las tropas iraquíes que en agosto de 1990 habían invadido el vecino Kuwait, algo inaceptable por la nueva hegemonía unipolar de Estados Unidos y Aliados, como el nuevo policía mundial que tenía que tener todo controlado y cada gendarme en su lugar.
Entonces, Irak fue estrangulado por un cruel embargo que causó 90.000 muertes de más 13 años, según las cifras de la ONU.
Fue la primera vez que Estados Unidos llevó a cabo una guerra en toda regla en Oriente Medio. Hasta entonces había librado guerras por delegación, especialmente a través de su aliados israelíes, cómo brazo político y militar de Estados Unidos en la región.
Los atentados del 11-S fueron el resultado directo de este cambio: una espectacular respuesta asimétrica, en suelo estadounidense, al despliegue masivo de Estados Unidos en Oriente Medio.
Y sin embargo, lejos de dar un paso atrás y reconsiderar una implicación que tuvo un retorno tan dramático, George W. Bush y el grupo de neoconservadores salvajes que poblaban su administración vieron en el 11-S su Pearl Harbor.
Era otra oportunidad para impulsar el expansionismo de Estados Unidos en lo que ellos llamaban el Gran Oriente Medio, una vasta zona que se extendía desde Asia Occidental hasta Asia Central [Afganistán y Pakistán] sin otra característica común que el Islam.
Hasta el año 2001 en América Latina la fecha del 11 de septiembre estaba asociada al golpe de Estado contra Salvador Allende en 1973 hace 48 años de aquélla agresion hacia América Latina impulsado por Washington.
Su imagen con casco y metralleta, los aviones bombardeando el Palacio de la Moneda y la foto del general Augusto Pinochet, cruzado de brazos, con anteojos negros y desafiando al mundo para imponer el terror, quedaron grabados en la memoria colectiva. Hasta el día de hoy.
Sin embargo, hace veinte años, un 11 de septiembre, Estados Unidos sufrió una serie de ataques terroristas que conmovieron al mundo por su magnitud, y dónde el orgullo Unipolar resultó herido en su territorio.
Había sido atacada la primera potencia mundial en el corazón de Nueva York. Algo insólito para el nuevo orden unipolar, lo que motivó la furia imperial, que según los analistas, Estados Unidos tenía capacidad para librar dos guerras en diferentes regiones.
En menos de un mes Estados Unidos invadió Afganistán para derrocar a los Talibán y en 2003 sus tropas ingresaron en Bagdad para derrocar a Saddam Hussein. Creándose los dos conflictos que hasta la fecha han dejado la huella devastora de miles de vidas destruidas y unas regiones desestabilizada, sumidas en miseria, hambrunas, y migraciones humanas preocupantes, dejando dé lado la impaciencia de los valores humanos democrático que fueron a llevar las tropas Estadounidenses y aliados, al Medio Oriente.
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