LA EDUCACIÓN NO CIERRA LA BRECHA ENTRE POBREZA Y DESIGUALDAD
Durante más de un siglo, una de las ideas más persistentes en la política estatales del mundo capitalista, ha sido, «que la educación es la via, como la mejor solución frente a la desigualdad y la pobrezas.
Pero no es persistente porque sea cierta, sino que lo es porque constituye un mito útil para las élites políticas y económicas que custodian celosamente los presupuestos que son destinados a éste renglón, buscando su dinero y su poder.
El terreno de la educación no ha sido la excepción de los escenarios de reconfiguración de esta crisis, sanitaria y económica, lo cierto es que cientos de millones de estudiantes en todo el globo terráqueo, no pudieron seguir estudiando telemáticamente, el factor común que unifica a las y los estudiantes que desertaron de los centros educativos tiene directa relación con las diferencias de clase.
Donde ha quedado en evidencia que las y los estudiantes ricos y acomodados siguieron sus aprendizajes con todas las necesidades de estudio garantizadas, mientras que las y los hijos de la clase trabajadora y el pueblo han tenido que afrontar el estudio telemático con precarias herramientas de acceso tecnológico y nulos espacios dentro de sus hogares destinados al estudio.
Esta pandemia sólo deja en evidencia la extrema diferencia entre la educación que reciben las y los ricos y la educación que reciben el resto del pueblo desde siempre pobres.
La visión de la educación como solución para la pobreza tiene una larga historia, que se remonta a Horace Mann, quien a mediados del siglo XIX califica la educación como, la gran igualadora, y cómo la via principal para superar la enorme pobreza que genera la desigualdad social.
Sin embargo, en los debates políticos más contemporáneos, el marco dominante es la teoría del capital humano, que proviene de la ciencia económica.
Considera que la retribución en el mercado de trabajo refleja el grado de cualificación de una persona, que suele medirse en términos de educación y formación.
El argumento de economistas como Claudia Goldin y Lawrence Katz es que en las últimas décadas el cambio tecnológico que favorece al personal altamente cualificado se ha acelerado y que el número de personas inscritas en la educación no ha mantenido el paso, por lo que el número de personas que pueden acceder a los empleos mejor pagados es limitado.
Así, la solución para abordar la desigualdad social ahora pasa por incrementar el acceso a la educación, algo que lógicamente se ha incrementado y dónde desde luego existen mayores acceso a la educación, que hace 50 años.
Hay un montón de datos que demuestran que un alto nivel educativo no se traduce automáticamente en un salario más elevado.
Pero la relación entre educación y desigualdad también es más compleja. En comparación con otros países, EE UU ha tenido durante mucho tiempo una de las tasas más altas de acceso a la educación del mundo, pero también tiene una de las tasas de desigualdad más elevadas.
Esto constituye una paradoja si pensamos que la educación es la mejor vía para reducir la desigualdad, entonces está debió reducirse en términos generales con el auge dé los últimos siglos.
Podemos hallar un temprano predecesor del modelo de capital humano en los reformadores progresistas de comienzos del siglo XX, que pensaban que el motivo por el que el personal subalterno percibe salarios bajos es la falta de cualificación educativa.
Así, si puedes formar a trabajadoras domésticas en escuelas de administración de tareas domésticas, no solo aumentarán sus salarios, sino que también se transformará la ocupación en algo más parecido a una profesión.
El problema era que muchas trabajadoras domésticas y otros trabajadores poco cualificados no tenían tiempo para asistir a esas escuelas.
Tampoco se tenían en cuenta los motivos por los que muchas personas dé estrato humilde y pobres, permanecieron estancadas en empleos mal pagados: no se debía a que no estuvieran suficientemente cualificadas o a su bajo nivel educativo, sino al que siguieron dependiendo de las relaciones de producción existentes, entre patrón, y empleadores, imperante en el mercado de trabajo u otras clases de desigualdad que estructuran este mercado, mercado libre, o liberal,y con sesgadas competencia entre los capitalistas burgueses.
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