La influencia de los Think Tank de opinión o pensamiento
Por Henry Polanco
El poder y las ideas siempre han sido dos caras de una misma moneda, de acuerdo con Joseph Nye, estableció este principio en un artículo para Foreign Affairs, al señalar que todos los grandes imperios de la Historia se han caracterizado por tener en común al menos dos elementos:
«El poder de sus tropas y el poder de atracción de su civilización.»El caso paradigmático es el Imperio romano; señala Nye, no podría haber perdurado tantos siglos si, además de dominar militarmente sus territorios, no hubiese gozado de una capacidad de atracción cultural que le permitiese reforzar la legitimidad de su poder.
La ecuación, por tanto, es clara: las ideas crean y legitiman el poder. Legitiman en la imposición de sus conceptos el accionar contra otros pueblos.Las doctrinas, narrativas o visiones geopolíticas son activos estratégicos determinantes en la política exterior de los países.
La proliferación de think tanks en el entorno cambiante de las relaciones internacionales demuestra la creciente necesidad de impulsar ideas y normas para la acción. En el corazón de esta relación de complementariedad se encuentra la antesala de lo que hoy entendemos por think tank o ‘laboratorio de ideas’.
Resulta interesante rastrear en este sentido el antecedente en el ámbito castrense de estos centros de producción de análisis, políticas y pensamiento internacional, lo cual no deja de ser un buen indicativo de que poder e ideas, dominio militar e intelectual, es uno de los binomios más interdependientes y simbióticos de las relaciones internacionales, y no ha cambiado en la objetividad de conseguir el mantenimiento hegemónico de los intereses globales sinó que cada vez son más sofisticados y engañosos,en el control de Estado dé opinión favorable para mantener las masas.
No en vano, aunque se suele situar el antecedente de los think tanks en el nacimiento de iniciativas sindicalistas como la Sociedad Fabiana en la Inglaterra decimonónica o en la aparición de centros corporativos filantrópicos e instituciones como la Institución Brookings en EE. UU., Su popularización en su concepción moderna se produjo eminentemente al calor de la Segunda Guerra Mundial, y sobretodo se multiplican a partir de esta en los triunfadores de aquellos hechos.
Los primeros think tanks surgieron con el propósito de introducir los nuevos conocimientos de las ciencias sociales en la gestión de los asuntos públicos.
Sus responsables creían que la aplicación de los métodos de análisis científico de la economía o la sociología iban a resolver de manera infalible los problemas que generaban la complejidad de la Administración pública, el desarrollo urbano, el aumento de la población o el crecimiento económico.
Sus expectativas no se vieron colmadas por completo, pero sí introdujeron la idea de que los think tanks constituyen un instrumento útil de participación de la sociedad civil en la esfera pública y ayudan a gestionar el conocimiento para la toma de decisiones sobre temas políticos, económicos y sociales.
Claro está que algunas de estas instituciones pueden considerarse también instrumentos de presión de determinadas elites políticas y económicas, que se sirven de ellas para alcanzar mayor influencia.
Sin embargo, su presencia es beneficiosa para la sociedad siempre y cuando respetasen las reglas del libre mercado de la información, algo que no sucede con las fundaciones de pensamiento de USAID, los cuales tergiversan la información contenida en hechos reales y dramatizan las influencias utilizando algo más que el pensamiento razonado el dramatismo faranduleros, para dejar ver más que ciencias, objetivos políticos y intereses hegemónico de la gran potencia norteamericana.
Sencillamente y sin proponérselo se equivocaron en Cuba, cuando orquestaron todo el entramado y luego sus fondos tuvieron que recular antes la verdad objetiva que se observó en la población organizada de repeler los intereses antes las embestidas de los medios hegemónico del norte.
Deja un comentario