EL INJERENCISMO DEMÓCRATA EN LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN
Hace algunas semanas, Biden proclamó que la corrupción es un riesgo para la seguridad nacional de su país, refiriendose a la region, por lo que elevó la lucha contra este flagelo al rango de pilar de la política exterior de Washington.
Esta decisión no es nada nuevo para nuestra región, porque esta política imperial se remonta al nacimiento mismo de Estados Unidos como nació, a finales del siglo 18 y que ha tenido durante siglos a las naciones y pueblos de América Latina y el Caribe como sus principales víctimas.
Mientras siempre hemos soñado con la esperanza, que EEUU combiará la corrupción (obviamente no la propia), como antes tuvo pretexto de injerencismo el destino manifiesto, la lucha contra el comunismo, la guerra contra las drogas, el impulso al progreso y el desarrollo y el combate al terrorismo.
El presidente ordenó a las diversas agencias de su gobierno elaborar recomendaciones para el combate contra la corrupción, y afirmó que Estados Unidos será líder por medio del ejemplo y en asociación con aliados, la sociedad civil y el sector privado.
Además se informó que como parte de este esfuerzo continuará financiando a organizaciones no gubernamentales (ONG) y periodistas de investigación en otros países, no en el suyo propio.
Es cierto que las declaraciones de Biden no fueron dirigidas a ninguna nación o persona en particular, pese a que hasta antes de la asunción presidencial, ya había calificado de corruptos a los presidentes de Rusia y China, sus competidores en la lucha por la hegemonía mundial.
Entre los ejemplos reciente está México, se ha interpretado, como una respuesta al reclamo del presidente Andrés Manuel López Obrador para que la Casa Blanca cese el financiamiento ilegal a Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) y otros grupos políticos disfrazados de asociaciones civiles, y que tratan de desestabilizar al gobierno, apoyando a políticos corruptos de los últimos 20 años de historia mexicana, algo muy común en el resto de los países, latinoamericanos.
En el documento, la Casa Blanca proclama que se arroga el derecho a impulsar o crear actores extralegales de combate a la corrupción en otros países, con total arbitrariedad en la selección de sus personeros.
México ya es testigo del tipo de formaciones con las que Biden proclamó la última semana que la corrupción es un riesgo para la seguridad nacional de su país, por lo que elevó la lucha contra este flagelo al rango de pilar de la política exterior de Washington.
Al igual que otros, países de la región,México ya es testigo del tipo de formaciones con las que Washington suele asociarse, en las diversas investigaciones periodísticas que denunciaron a MCCI por sus prácticas fiscales opacas, por su sesgo político, por sus vínculos oscuros en el mundo empresarial y por ser una proyección encubierta de poder económico en los asuntos públicos.
Obviamente la administración demócrata recurrirá a personajes y ONGs con oscuros antecedentes ungiéndolos de Santos y héroes, como instrumentos de su injerencia en los asuntos de otras naciones.
Además de injerencista e intervencionista, la decisión de Biden es totalmente hipócrita. Anuncia su apoyo a periodistas de investigación, pero los últimos tres presidentes de su país estuvieron persiguiendo a Wikileaks, que puso en manos de periodistas, medios y del público mundial el mayor cúmulo de información sobre violaciones a los derechos humanos y otras formas de abuso de poder, y que involucran a diversos personajes de la política Norteamericana incluyendo a Doña Hilary, Clinton.
Principalmente por parte de Estados Unidos. El fundador de Wikileaks, Julian Assange, sigue preso en Londres por una petición de extradición de Washington, lo que pone en evidencia que tras el verso de la honestidad y la transparencia, se esconde un incurable empecinamiento en intervenir en asuntos internos de otros países y la voluntad de coartar la libertad de expresión cuando su ejercicio resulta lesivo para los intereses de los mandamás de Washington.
Fueron periodistas (y no el gobierno estadounidense) quienes develaron los escándalos de Odebrecht, los Papeles de Panamá o la Banca Privada d’Andorra, que dejaron al descubierto que muchas empresas trasnacionales y dueños de grandes fortunas están en la permanente búsqueda de formas y de oportunidades para estafar al fisco, obtener ventajas y pode político mediante sobornos y lavar dinero proveniente de actividades ilícitas.
Segun el Índice de Percepción de Corrupción (IPC) publicado en enero de 2021, clasifica a aproximadamente 180 países en una escala de 0 (muy corrupto) a 100 (muy limpio) según la situación determinada para cada país, donde EEUU aparece en el puesto 25, detrás de Uruguay Chile, por ejemplo.
El auge de los líderes nacionalistas ha provocado un deterioro de la transparencia en lo que respecta a las finanzas públicas, incluso a través del desmantelamiento de los controles y balances en el poder, según el organismo de supuesta vigilancia de la corrupción, que solo sirve a las excusas del gobierno estadounidense para imponer su prepotencia e injerencia.
Otro ejemplo es Brasil con la operación Lava Jato, que destapó una red regional de sobornos y llevó a prisión (y suicidio) hasta a presidentes, se debilita en Brasil tras el cierre de su equipo de fiscales y un fallo del Tribunal Supremo sobre la parcialidad del exjuez Sergio Moro, apadrinado por FBI estadounidense, al juzgar al expresidente Luis Inacio Lula de Silva, para impedir la participación de Lula en las elecciones, fabricaron expedientes, sin sustentación juridica, pero con la imposición política del mandama y sus periodistas de investigación como instrumento desestabilizadores.
En Conjunción la persecución policial, los laboratorios de fake news por los medios masivos, y lawfare. Todo para imponer y sostener a gobiernos de derecha en la región.
Así de transparencia será la política exterior del gobierno demócrata norteamericano, con muchas injerencia y manipulación, así crearon al ISIS, y la famosa primavera Árabe, y desde luego tienen a todos los tentáculos y informantes espías disfrazados de expertos profesionales de la comunicación, y los medios de desinformación para alienar a la población con farándula política.
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