De Michigan a República Dominicana
Por Samuel Luna
Un mes en el estado de Michigan, un mes duré. Allá estaba con mis hijos, disfruté verles jugar en uno de sus juegos del fútbol. Sentí la expiración del fuerte invierno, y al mismo tiempo los amagues de una primavera queriendo entrar con sus colores caribeños, hojas amarillas, anaranjadas, rojas, y un clima agradable. En el otro lado de mi ser, sentía una bifurcación geográfica, el deseo de llegar a mi país, a República Dominicana.
Un mes duré en el estado de los Grandes Lagos, un lugar sui géneris, muy peculiar; es tan diferente, que es el único estado de las 50 entidades subnacionales del gobierno federal de los Estados Unidos de América, que linda con cuatro de los cinco Grandes Lagos. Es bueno recordar que Michigan, sin incluir a Alaska, es el estado que tiene la costa más extensa. Paralelo a esas bellezas naturales y acuíferas, surgía en mi mente nuestra bella nación, rodeada de mares, ríos y lagos; pensé en las playas del norte, las playas del bello sur, y la imponente Punta Cana. No paraba de pensar en nuestras cordilleras, especialmente en la cordillera central, que nos brinda una cobertura boscosa extraordinaria, creando el ecosistema indicado para el nacimiento de los ríos más caudalosos del país; por eso, quería llegar a mi país.
La diferencia más abismal entre Michigan y la República Dominicana no es la cultura, no es el clima, no es que allá cae nieve y en nuestra nación no; la diferencia más grande no es el idioma, mucho menos el color de la piel, existe una sola diferencia entre los michigander y los dominicanos, y esa diferencia, intencionalmente la escribo en mayúscula para que nunca se nos olvide, me refiero al IMPERIO DE LA LEY.
Debemos entender que somos ricos, pero nosotros mismos somos los que nos auto liquidamos, nos hacemos pobres y nos destruimos como familia, como pueblo y como Estado. Cuando apoyamos la corrupción y las prácticas de aquellos funcionarios que usan la política como una empresa personal, nos destruimos. Cuando votamos por funcionarios que no les importa el Estado, la equidad y mucho menos el imperio de la ley, destruimos la democracia. Lo que nos hace pobre es la corrupción, dejémosnos de tonterías y de circus, podemos escribir en papeles las mejores leyes, las mejores ideas, pero si no existe un presidente, sí, así es es, un presidente con mano dura, pero muy dura, toda nuestra riqueza se evaporará como la neblina.
En nuestra bella nación poseemos de todo tipo de riquezas, tenemos minas con diferentes tipos de piedras preciosas, tenemos oro y mucho, estamos rodeados de mares y ríos. Poseemos café, cacao, tabaco, coco; en fin, una rica producción, pero no existe un régimen de consecuencias para aquellos que infringen la ley, y es eso, lo que nos hace pobre.
La diferencia entre Michigan y República Dominicana, es una, el imperio de la ley. Por eso quería volver a mi nación, y aquí estoy, porque creo firmemente que algo va a suceder para que como dominicanos, podamos
disfrutar de nuestras riquezas.
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