Sociedad capitalista coronavirus y desigualdad
Por Henry Polanco
En todo el mundo, y especialmente en América Latina, y el Caribe,la pandemia del coronavirus reveló un hecho mayor de nuestra sociedad capitalista.
Los empresarios y gobiernos han priorizado el lema “la economía no puede parar”, en detrimento de la salud de las personas, y en la mayoría de los casos con cinismo de humanismo.
Ello dio lugar a que, sin hacer el lockdown casi total de las actividades económicas, reclamado por diversas instituciones médicas y científicas, tal priorización contribuyó al progresivo agravamiento de la pandemia.
Las causas de ello son muy simples, y basta citar, entre otras, la facilitación del contagio mediante el amontonamiento, llamando a distanciamiento, que nunca se cumplió,de millones de personas y trabajadores que concurren a sus empleos en medios de transporte colectivo repletos de gente, y/o que se apretujan en lugares de trabajo en los que no existe ningún distanciamiento mínimo entre unas personas y otra.
Aún en el caso en el que los mismos usen tapabocas y se higienicen las manos con jabón o alcohol con toda la frecuencia necesaria, no fueron ciertas las medidas en favor de la protección de la salud. Reinó entonces, como siempre, la lógica y la sed de la ganancia que caracterizan a la producción y distribución capitalistas, en detrimento de la salud humana.
Y cuando por algún tiempo los gobiernos han accedido a la suspensión de las actividades económicas que juzgaron “no esenciales”dejando principalmente en funcionamiento la producción y distribución de alimentos y las farmacias, vino a luz una necesidad “insospechada”.
Para quedarse en sus casas las personas necesitan ingresos que les permitan comer y cuidar su salud, o sea, subsistir; ello motivó en algunos países la adopción de “auxilios de emergencia”, que, no obstante, han tenido una duración limitada y montos insuficientes.
Resultado, millones de los más pobres se vieron obligados a seguir trabajando en sus empleos informales, o a veces acicateados y presionados por sus patrones, a pedir la vuelta al trabajo en sus ramas de actividad, exponiéndose a sí mismo y a millones de sus familiares y semejantes al peligro renovado del contagio.
Hay que notar que dentro de las actividades económicas consideradas “esenciales”, que fueron mantenidas, ni las condiciones de trabajo fueron sistemática, ni seriamente fiscalizadas, ni el esfuerzo excepcional de sus trabajadores ha sido reconocido mediante aumentos de salarios y otros beneficios. de la recuperación económica.
Simultáneamente, y para enfrentar la atención de los millones ya contagiados, las sociedades capitalistas revelaron otra de sus falencias: no tienen un sistema de salud público capaz de atender eficaz y gratuitamente a millones de personas necesitadas de emergencias de socorro para preservar su vida, la de sus familias, y la de la comunidad en general.
Por el peligro social suponen quienes son potenciales transmisores del contagios, así se constató la carencia de instalaciones, profesionales, equipos, remedios, y de algo tan elemental como el oxígeno, para atender a esa multitudinaria demanda.
Entonces centenas de miles de personas desesperadas se amontonaron en los predios disponibles, o simplemente fueron rechazadas por el sistema de salud y condenadas a morir en sus casas, sin recibir la atención que necesitaban.
Al tiempo en que todo esto ocurría, ocurre, y sigue ocurriendo, cuando para tratar de disminuir el ritmo del contagio se determinó también la suspensión temporal de las actividades escolares presenciales y se adoptó la modalidad de la enseñanza remota a través de internet.
Y es aquí que afloró otra faceta de la desigualdad democrática capitalista, de buena a primera gran parte de los niños pobres, o simplemente pobres, no contaban ni cuentan con internet, o la que tienen es inestable y de poca potencia, ambos fenómenos crearon para esos millones de niños una nueva brecha en las condiciones de aprendizaje que vino a sumarse a la que ya existia desde antes de la pandemia y por la división estructural de la sociedad capitalista.
Lo que los inferioriza en relación a los escolares de las clases alta y media donde, además de internet, abundan los televisores, los libros y las madres o padres con escolarización y tiempo disponible para dar el apoyo requerido a los educandos.
Se dispuso millones de anuncios para corregir esos errores de nuestra necesidades, democratica, aparecieron los bonachones e filántropos de nuestra sociedad, que trabajan para ganar la salvación eterna, con sus dádivas de ricos bondadosos.
En República Dominicana, no es de extrañar que nuestra sociedad opulenta también ha recuperado la economía y con gran placer, se anunció la gran reapertura de nuevo y además un nuevo modelo de seguridad ciudadana para, garantizar el orden post pandemia.
Todos estos fenómenos revelan varias características pero una fundamental del capitalismo: la producción social acompañada de la apropiación privada de los bienes y servicios conlleva a una profunda desigualdad de condiciones de existencias de los trabajadores y hoy consumidores.
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