Las tres causales, corrupción y pobreza
Por Samuel Luna
Me levanto, salgo de mi habitación, observo desde mi ventana la ubicación del periódico, lo veo a distancia, forrado con un plástico débil y transparente, plástico que evita que las noticias se borren; allá está, tirado en el cemento húmedo y frío, tan frío como las realidades publicadas en dicho diario; realidades negativas que tocan agresivamente y sin compasión a cada familia dominicana.
La prensa escrita nos expone a los infortunios; por ejemplo, podemos encontrarnos con noticias que nos conmueven, leemos que murieron tres personas en un accidente de carro, que una madre mató a su hijo, que hay niños durmiendo en las cuevas del malecón y en las calles del país, niños sin un norte, sin un destino, abortados por un sistema y un liderazgo políticamente irresponsable. A esto se le suma otros males que nos recuerdan aquellos periódicos empapados de un rocío del cielo dominicano, aquel mismo rocío que toca la piel inocente de muchos rostros olvidados por una democracia disfuncional, nuestra mal llamada democracia.
Proponemos unir voluntades, unir esfuerzos para usar esa misma radicalidad que hemos visto en ambos sectores; unir esas fuerzas de sed de justicia para combatir el clientelismo, para mermar la pobreza. Debemos unir voluntades para diezmar el exceso de poder que han adquirido nuestros políticos. Unir voluntades para implementar una real democracia. Debemos usar todas esas acciones contestatarias para materializar los ideales del Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte y Díez.
En esta reflexión no quiero ser ambiguo, intento ser objetivo, creo en la vida dada por Dios, la vida prolongada, creo en una vida plena; creo que todos los que estamos luchando para que no se aprueben las tres causales, también deberíamos movilizarnos para parar los abusos en la niñez, la híper corrupción, el exceso de los salarios y beneficios de los congresistas, la falta de institucionalidad; y aquellos que promueven las tres causales deberían hacer lo mismo; de hecho, aprovechar ese mover para promover que el violador sea castigado de manera drástica. Ambos grupos deberían enfocarse en aquella frase del libro antiguo pero relevante, que dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.»
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