Cuando escuchamos palabras como templo, iglesia, cristiano, religión, tendemos a forjarnos un estereotipo, nos hacemos una percepción exagerada y con pocos detalles para elaborar un juicio. Me gustaría hablar de una organización religiosa, de una comunidad, que aunque no soy parte de su estructura, he visto su influencia en muchas vidas. Durante un centenario nuestra nación ha sido agasajada y premiada por hombres y mujeres cambiados y formados por esta comunidad cristiana; hombres y mujeres entrenados para ser buenos ciudadanos en todas las esferas sociales de la nación, estoy hablando de los Templos Bíblicos.
Los Templos Bíblicos están celebrando un centenario de presencia misionera en la República Dominicana; ellos se han caracterizado por el trabajo con los niños, sus escuelas de verano y la formación integral en cada uno de ellos. Los Templos Bíblicos han modelado y personificado el mensaje de Jesús hacia los niños; además, tomaron en serio el discipulado, entendieron que la formación es más efectiva cuando se inicia desde la niñez; ellos no solo se han quedado en la formación de los niños, también su carga y pasión se ha extendido hacia los necesitados, los olvidados por el sistema político, formando un hogar de anciano y aportando a la educación del país con colegios y campamentos de verano que son accesibles a todas las clases sociales.
Los miembros de los Templos Bíblicos proyectan una ética coherente en su accionar, son buenos ciudadanos y profesionales productivos. Para ellos el carácter está por encima de las emociones. Aunque se consideran evangélicos, su liturgia es muy racional, conservadora y apegada a la Biblia; no desperdician su tiempo confrontando a otras religiones, se enfocan en sus tareas y en su misión. Algo distintivo de esta comunidad de creyentes, es que ellos no tienen un gobierno piramidal, cada congregación, cada iglesia local, es responsable de elegir sus propios líderes o como ellos le llaman, ancianos; los ancianos son el gobierno colegial, seleccionados por la misma congregación, por una pluralidad de hombres piadosos que cuidan y espiritualmente supervisan la iglesia. Son llamados ancianos debido a su sabiduría eclesiástica, su compromiso en el ministerio y en la vida cristiana. Otra cualidad de los Templos Bíblicos es que los ancianos no reciben salarios, cada anciano es responsable de trabajar y producir su propio sostén.
Los Templos Bíblicos han sumado al proceso sociopolítico de nuestro pueblo. No han separado la fe de la realidad; es todo lo contrario, han incorporado su fe en los tejidos de la sociedad; y de forma resumida mencionaré algunos ejemplos de ellos: el veterano periodista, Alejandro Paniagua, desempeñó distintas posiciones en los medios de comunicación, incluida la dirección del periódico El Siglo; Elías Santana, un activista, con pasión, vivió sirviendo como médico a los necesitados, hoy el hospital de Los Alcarrizos lleva su nombre; Braulio Portes, ejecutivo del Banco Popular, reformador y pastor; Alfonso Lockward, fundador de dos universidades, político, además fue
secretario técnico de la presidencia y en sus últimos años de vida fue nombrado embajador de la República Dominicana en Israel; Rafael Contreras, director de ingeniería de Inapa; José Batista, escritor, asesor de universidades, empresas e industrias, reconocido por la comisión nacional de ciencia de USA; Leonidas Heredia, fue director de Compassion Internacional en RD y director del departamento de Psicología en la UASD; y esta lista pudiera ser interminable.
Congratulamos la presencia centenaria de los Templos Bíblicos, y damos gracias a hombres de hoy, como Miguel Matos, Juan Manuel Pérez, Pedro V. Corniel, Ramón Prensa, Fernando C. Félix y Manuel Medina, que en la actualidad, junto a otros, son responsables a nivel nacional de seguir formando discípulos con un compromiso integral, dejando el legado de que el comportamiento en la sociedad refleja el Dios que hemos adoptado, que la Biblia no es un libro para escapar de la realidad en la cual vivimos y que debemos de promover el amor, la esperanza y la fe que nos dejó el maestro y redentor Jesucristo.
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