Huellas y culturas en la arena
Por Samuel Luna
Me encuentro en Bibijagua, una hermosa playa de Punta Cana, estoy esperando a unos amigos; esperar es productivo si lo aceptamos con la perspectiva correcta, si aprendemos a observar, a meditar, y a tener la capacidad de evaluarnos sin justificaciones y sin máscaras.
En esa larga espera, pude ver rostros y diversas etnias; también contemplé en la blanca arena de la playa, huellas de pies, huellas de personas que procedían de varias naciones. Esas huellas tenían rostros reales, cuando los escuchaba hablar, entendí que eran caribeños, centro americanos, mexicanos, rusos, árabes, canadienses, asiáticos, y otros. Este mosaico étnico me inclinó a pensar sobre la complejidad del ser humano. Cuando nos exponemos a este cuadro cultural, con frecuencia tendemos a juzgar y construimos prejuicios o estereotipos alimentados por experiencias de otras personas.
Por fin, los amigos llegaron, nos estrechamos las manos, una sonrisa halagüeña se deslizó en los rostros de algunos extranjeros, recordé que también ellos se reían. Esas acciones me hizo recordar que somos humanos; ellos y nosotros, tenemos las mismas necesidades, todos tenemos la necesidad de compartir, de reír, de comer, de ser aceptado, de amar y ser amado. También observé que esas etnias que dejaban sus huellas en la arena, poseían un idioma, códigos y expresiones regionales, así se entendían, se comunicaban para lograr un sentir de comunidad y de pertenencia. Lo más impresionante que pude observar mientras esperaba, fue la pluralidad de manos y dedos moviéndose en los teclados de los celulares, enviando textos, correos, tratando de construir una amistad en el mundo virtual. Así es, todos buscando dos cosas existenciales, ser amados y ser respetados.
Parece sencillo y simple, pero muchas cosas de las que hacemos son motivadas porque queremos ser amados por los demás, por Dios, y muchos buscamos ser amados por nosotros mismos. En este tiempo navideño es bueno recordar que Dios nos amó primero, se hizo humano para entendernos. Partiendo de este hecho, debemos vivir con ideas claras e intencionales sobre la esencia de la vida. Existimos para amar y para respetar a la raza humana. Cuando damos o cuando nos damos a nosotros mismos, nos encontramos en el mejor momento de nuestra existencia; las culturas y las etnias ahora se convierten para nosotros en un terreno con diversidad y en un campo de investigación constante con el fin de aprender más sobre las personas, nos preguntamos cómo podemos amar y respetar con dignidad a los que son diferentes. Cuando hacemos eso, iniciamos un proceso de observación que nos permite entender y respetar aquellos que son diferentes a nosotros; también nos volvemos más sensibles a sus necesidades básicas y existenciales.
Bueno, mis amigos se fueron, me despedí de ellos; miré hacia la arena para contemplar el mar azul y la blanca arena de Punta Cana; mis amigos y las huellas en la arena no estaban. Se fueron mis amigos, se fueron las huellas, se marcharon las etnias. Ahora quedo yo, lleno de visión, de ideas, de dignidad, ahora debo compartir estas riquezas, porque un día también yo partiré.
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