Primavera Árabe 10 años después, revolución o rebelión
Por Henry Polanco
El concepto de Revolución, es un cambio social cultural, organizado, masivo, intenso, repentino y generalmente no exento de conflictos violentos para el cambió de un sistema político, gubernamental o económico, pero que muchas veces es confundido con Rebelión.
Por eso las susodichas rebeliones que iniciaron con la instrucción de los sistemas operativos de seguridad de la CIA en el Norte de África no se puede llamar revolución, sino más bien rebelión.
Ya hacen diez años del inicio de las llamadas primaveras árabes, una experiencia sofocada mediante la fuerza y la represión en la mayor parte de los lugares donde se dio, y reimpulsadas desde los medios de comunicación.
Sin embargo, las sociedades árabes continúan experimentando transformaciones importantes que en cualquier momento podrían resurgir con más fuerza que entonces. Y con más profundidad, en otros ámbitos que no sean los propósitos de inicio.
Cuando estallaron las llamadas primaveras árabes hace diez años, una gran parte de la población perdió el miedo, eso se decía en las noticias de primera plana, tomó las calles y coreó consignas a favor de la libertad y contra los gobiernos dictadores que les gobernaban desde tiempo inmemorial.
Sin embargo, fueron movimientos efímeros que pronto terminaron mal, y sin resultados reales de cambio de régimen, sino que suplantaron una dictadura por otras de las mismas especies.
Los sueños se quebraron y la dura realidad del autoritarismo regresó por el mismo camino por el que se había marchado.
Fue así en los afortunados países lograron su caminó a la democracia que no duró, mas que en los medios de comunicación, donde no les cayó encima la calamidad, vino la terribles guerras civiles con un montón de intervenciones extranjeras, como todavía es visible en los casos de Siria, Yemen y Libia.
La chispa que puso las cosas patas arriba saltó el 17 de diciembre de 2010, cuando el vendedor ambulante Mohammed Bouazizi de 26 años se prendió fuego al cuerpo en Túnez para protestar contra la confiscación de su mercancía.
La reacción a su muerte circuló por las redes a la velocidad de la luz e inmediatamente se trasladó a las calles, forzando al presidente Ben Ali a refugiarse en Arabia Saudí después de 23 años en el poder,
Más donde no se proyectaba la luz vinieron los ejércitos clandestinos del ISIS.
Pero el juego de verdad era otro propósitos, ya que el ensayó en Túnez sería la receta para el Sacrificio del Cordero, que estaban en las riveras del Nilo y el Éufrates.
El mismo mes se pusieron en marcha protestas en Egipto, Libia y Yemen, y luego en otros países. todos con el mismo tono, pero con actores totalmente manipulables desde cierto Polo de poder, cómo ha sucedido en los países mencionados, y de seguro no pararían hasta llegar a Irán, objetivo que no alcanzo.
El nuevo escenario puede verse hoy en el norte de África y Oriente Próximo, pese a que algunos intelectuales sostienen que la realidad ha cambiado para siempre, aunque sea parcialmente, con indiferencia de los resultados aparentes.
Hace diez años fueron muchos los árabes, especialmente jóvenes, que lloraron de emoción cuando vieron por televisión las protestas de la plaza Al Tahrir que acabaron con Hosni Mubarak. Pedían a gritos libertad, justicia y esperanza, unos deseos concretos que inicialmente no buscaban la caída de la dictadura, sino un lavado de Cara, para que no saliera de la fiesta, hoy Egipto esta dirigido por una dictadura, que comenzó con el derrocamiento de los hermanos musulmanes.
De acuerdo con el académico de Harvard Noah Feldman, educado en un hogar judío ortodoxo pero perseguido por otros judíos por varias razones, incluida la de casarse con una no judía, publicó el año pasado un libro titulado ‘El invierno árabe’, donde critica la militarización de las revoluciones y el auge del extremismo religioso.
Muchos egipcios consideran que el actual gobierno de Abdel Fattah al Sisi, que arrancó con un golpe de estado contra el presidente electo Mohamed Morsi en 2013, es más autoritario que el de Mubarak, lo que ha incrementado la represión, y la frustración de una buena parte de la población.
Las cárceles están más llenas hoy, la pobreza es más extrema y más jóvenes quieren emigrar para siempre.
En Bahrein la revolución fue aplastada con el apoyo militar de Arabia Saudí. El gobierno de aquel país contribuyó a paliar los efectos de las protesta distribuyendo cuantiosas ayudas a la población, que es mayoritariamente chií.
Por su parte, las autoridades marroquíes contuvieron las protestas del llamado Movimiento del 20 de Febrero con reformas cosméticas.
El caso más trágico ha sido Siria, donde el gobierno de Bashar al Asad sobrevive, gracias al apoyo militar de Rusia, pero con todas las estructuras destruidas.
Las revueltas iniciadas en Deraa en marzo de 2011 fueron sin duda genuinas, pero la complejidad del tejido social y religioso hizo que todo se escapara de las manos, como era previsible, contando con numerosas intervenciones extranjeras y con un florecimiento yihadista sin precedentes que condujo a la peor experiencia humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.
Las distintas fuerzas occidentales, árabes y yihadistas, no tan extrañas compañeras de cama, colaboraron para derrocar a Asad, la guinda a décadas de persecución y aislamiento de un régimen dispuesto a colaborar y trabajar con Occidente, como se vio en la guerra de Irak de 1991, pero reacio a admitir las injustas exigencias de los aliados de Israel.
La pregunta central es hasta qué punto Occidente está dispuesto a tolerar el islam político. Naturalmente, hay casos y casos. No es lo mismo admitir el islam político en Siria que en Egipto.
En Siria se debe descartar, pero en Egipto quizá no, a la vista de la experiencia incruenta del presidente Morsi. En algún momento tendrá que darse ese paso, máxime si tenemos en cuenta que el islam político parece haber renunciado completamente a la violencia.
Aun es demasiado pronto para hacer un formal balance de las rebeliones árabes, aunque el tiempo transcurrido indica que una parte considerable de la población árabe está cambiando rápidamente y que los arquetipos tradicionales ya no son tan homogéneos y rígidos como antes, especialmente en relación con el islam político.
Lo cierto es que de aquellas experiencias que han suscitado la experiencia de la comunidad internacional, no deja de llenar de Asombro como desde esa región se trató de trasladar e imponer similares escenarios en América Latina, y cómo los Sedimentos de esas rebeliones han sustituido las injerencias militares de ocupación para contrarrestar y controlar territorios, sin que haya que exponer otros riesgos, que no sean la devastadora e inclemencias políticas económicas que sufren los países no alineados a Washington.
Por eso se necesitan muchos años para cristalizar, y este proceso, podría ser un caso de esos, donde
la diferencia que existe entre una rebelión y una Revolución cómo es en mente que, las rebeliones hacen referencia a los levantamientos en contra de una determinada autoridad o gobierno, las revoluciones corresponden a cambios violentos que ocurren en la estructura social, o cultural de una nación y culmina con un cambio de las estructuras políticas, mientras que la rebelión sólo buscan cambiar los gobiernos.
La primavera Árabe hoy son un invierno de laboratorio que trabaja para readaptar sus medicamentos a los que no comulgan con los progreso de occidente.
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