Corrupción, reacción y solución
Días atrás le expresaba a un amigo que la corrupción en el Estado dominicano es como un ciclo que va construyendo paradigmas nocivos; al final de nuestro informal encuentro le escribí un párrafo para cristalizar y sellar nuestro diálogo, en el que le decía, que nuestro ciclo de corrupción es como un tren en el cual nos montamos y sin darnos cuenta nos lleva a un oscuro y confuso laberinto; y que este ciclo de corrupción es algo más o menos así: Yo robo, yo les doy, ellos reciben. Ellos reciben y hacen silencio, yo sigo robando. Yo gano poder sobre ellos, ellos pierden su dignidad y yo los esclavizo. Ellos se quejan y yo les doy más; entonces, ellos enmudecen. Ahora soy rico y he sobornado para obtener influencia y poder. Ellos perdieron la capacidad de decidir, ellos se resignan y pasan esto a sus hijos. Yo, al mismo tiempo, modelo mi conducta de corruptor a mis hijos, mis hijos ahora me imitan. En el otro lado, los hijos de ellos también hacen lo mismo, siguen resignados.
El diálogo con mi amigo no se reduce a una tertulia intelectual, ¡no!, es más complejo; el ciclo de corrupción es como una granada que impacta a cada familia dominicana. Este impacto está bien descrito en las palabras del economista africano, Kofi Atta Annan, quien dijo: “La corrupción socava la democracia y el mandato de la ley, lleva a violaciones de los derechos humanos, distorsiona los mercados, erosiona la calidad de vida y permite florecer el crimen organizado y el terrorismo; la corrupción perjudica desproporcionadamente a los pobres al desviar fondos destinados al desarrollo”. Este pensamiento dibuja la realidad de que la corrupción es como una granada que impacta mortalmente a todas las familias dominicanas.
Pero no todo está perdido, estamos reduciendo el impacto de la granada con la ayuda de sectores que rechazan y confrontan la corrupción; entre ellos, podemos mencionar al sector de redes sociales independientes que están influenciadas por personas de intachable trayectoria. Además, los recientes movimientos contestatarios apoyados por diferentes sectores de la sociedad dominicana. Los signos de intolerancia hacia la corrupción han aumentado y cada vez más políticos y funcionarios están en la mirilla del pueblo; de hecho, cuando están en esa mirilla ya es tarde, sólo les queda ser procesados y condenados como demanda la ley. Estos grupos o movimientos van al corazón del problema, con un mensaje corto, claro y cortante: “¡Los queremos presos!” Y es que los signos de intolerancia hacia la corrupción han aumentado y cada vez más los políticos y funcionarios están en la lista de un pueblo que pide que los corruptores y corruptos sean juzgados y condenados.
El pueblo está hastiado y en búsqueda de soluciones inmediatas, tales como: la creación de un clamor nacional para ponerle fin a la impunidad, mayor transparencia para exponer los posibles delitos y evitar que se materialicen, seguir creando conciencia para fortalecer el poder ciudadano, crear un control financiero internacional para evitar que los defraudadores conserven su dinero impunemente y velar por una reforma administrativa para evitar que los fondos de presupuestos estatales no se desvíen a fondos personales.
Sin duda, la corrupción destruye nuestra democracia. Es un delito que el pueblo no acepta, y es el mismo pueblo que pide que los culpables sean tratados como delincuentes; es decir, que nuestro pueblo está convencido de que sin consecuencias no hay solución.
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