Pasión -muerte-resurrección en la vida de cada persona
Dr. Tomás Núñez
Cada existencia humana viene estructurada por el dinamismo pascual. Todo tiene su precio. La vida nunca aparece terminada. Es una tarea de debe realizarse cada día. Obstáculos que deben superarse. Deseos frutados. Cada uno tiene que aprender a renunciar y aceptar, abriendo camino hacia ascensiones humanizadoras. Muchas beses comprobamos que hay dimensiones del mundo y de nuestros propios corazón que solamente se revelan y nos enriquecen cuando el sufrimiento nos penetra como una espada y las crisis nos liberan de tantas trabas acumuladas.
Las crisis pertenece a la estructura de la vida en continuo crecimiento. Significan una oportunidad de penetración en un horizonte nuevo. Un bienestar existencial que había construido personalmente, comienza ha desvanecerse; no consigue conferir sentido a las experiencias nuevas que nos sobre vienen, las estrellas indicadoras de nuestros camino se oscurecen. Comenzamos a entrar en crisis; nos sentimos amenazados y desorientados; un sufrimiento secreto, amargura desesperanza, atormentan el corazón. Pero se ofrece una oportunidad de acrisolamiento a la vida; sólo resta lo que realmente cuenta.La médula, las intuiciones fundamentales. La decisión abre un nuevo espacio y crea una síntesis vital capaz de animal la existencia. Fue una experiencia de pasión-muerte-resurrección.
La trayectoria humana viene marcada por esta estructura pascual. Especial mente, la existencia cristiane que procede del encuentro con Dios. Nos descubrimos dentro de la gratuidad de la vida, soportada y atravesada por un sentido que no hemos creados; es la experiencia de la gracia de Dios. Pero luego nos encontramos pecadores y traidores; nos aferramos a nosotros mismos, nos sentimos incapaces de darnos a los demás; sutilmente introducimos malicia en casi todos nuestros gestos Nos condenamos a nosotros mismos. Pero en el momento en que somos sinceros para con nosotros acogemos al Adán pecador que esta en nosotros, escuchamos el mensaje del Jesús liberador: hijo mio, ve en paz, tus pecados te son perdonados.
Resucitamos a un nuevo comienzo y volvemos a saborear la gratuidad del ser. Nuevamente nos descubrimos decadentes.
Experimentamos la muerte en nosotros. Al entregarnos confiados en los brazos del padre de infinita ternura, resucitamos de nuevo a su amistad y al gusto de existir. En la experiencia del infierno, del purgatorio y del cielo, sufriendo muriendo y resucitando vamos construyendo nuestro encuentro con Dios.
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