El Chavismo: Relatos de un Opositor
Por: Mary Esther Estévez
Las calles vacías y húmedas en el centro de la ciudad reflejaban la tierna lluvia que había mojado cada rincón de Santiago, lugar elegido por uno de los escritores, Simón Rodríguez, para poner en circulación el libro llamado ¿Por qué fracasó el Chavismo?
El salón del evento parecía un mitin del partido reformista, por las 200 sillas rojas que ocupaban la ausencia del público. Un señor alto y con voz de comunista, tenía en sus brazos más de 50 papeles, ofreciendo a las 5 personas que habían allí, periódicos al precio del cliente, “Es un aporte” decía. Mientras vendía sus caseros periódicos, pensé que había llegado un campista, pero escuche su nombre y era el escritor, aparte de su enorme mochila, lo acompañaba un dama, morena y casual.
Entre el movimiento y el cuchicheo de quienes organizaban la actividad, nos mueven a otro salón más pequeño, subiendo unas escaleras como camino al cielo, el señor alto y camisa de cuadros que venía caminando por el pasillo, parecía haber buscado un dinerito en la lotería, porque la funda que llevaba decía “Lotería Leidsa” amarillita como el mantel que le ponían a la mesa del nuevo saloncito. Acomodan el escenario, colocan la botellita de agua, derechita como un militar, ella esperaba eternamente el inicio de la actividad.
Los minutos parecen horas y el aire acondicionado lloraba sin parar, lo delataban las gotas de agua que se derramaban en la pared. Llega un señor alto y elegante, hay un libro sobre la mesa, lo observa y lee la última página. Se acercan el escritor y otro caballero, sostienen el libro, cada quien con una esquinita, toman una foto e inicia la actividad.
Justo eran la 7:30 y el maestro de ceremonias comienza el asunto, que ya tenía más de una hora de retraso. El escritor no pierde tiempo y se toma un sorbo de agua, parecía estar nervioso. Empieza a escribir los puntos principales que hablaría más tarde, era evidente que no estaba preparado.
La fundita Leidsa estaba encima del escenario, no era dinero que tenía, los libros ocupaban su lugar, el maestro de ceremonias saca uno y lo presenta al público, la gente se distrae por el sonido de un celular que interrumpe el momento, el señor sale a contestar su llamada.
El público tenía hambre, el hombre con olor a cigarrillo sentado a mi lado bostezaba sin parar, mientras hacia su entrada un señor mayor, tembloroso y cabizbajo. El maestro de ceremonias concluye con su introducción y presenta al escritor.
Estamos cerca de la avenida principal y el sonido de los vehículos esta persistente. El ambiente es húmedo y poco acogedor, el olor de los libros viejos, de la antigua biblioteca de Santiago, inundaba todo el lugar y provocaba el estornudo de un señor mayor cansado por los años.
La lluvia no se detenía, lo decía sin palabras el hombre moreno que llegaba con un paraguas estilando agua, lo pone en una esquina y se sienta disimuladamente. El escritor casi lee el libro completo mientras avisa que no se puede hablar mentira sobre la situación que se vive en Venezuela.
La gente no pierde tiempo y comienzan las preguntas, era evidente el deseo de crear controversia. El libro parecía interesante, las personas mayores abundan su punto de vista y cuestionaban el escritor.
El tiempo corre y las manecillas del reloj Casio, que tenía el señor sentado a mi lado marcaban las 9:00 de la noche. La ronda de preguntas concluye y el maestro de ceremonias agradece la presencia de la convención de la tercera edad que estaba allí presente, como si la juventud no estaría interesada en estos tipos de eventos.
Los ancianos aplauden pero nadie se lleva un libro.
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