Haití fracaso electoral y crisis de gobernabilidad
Autor: Leonel Fernández
@LeonelFernandez
Ayer domingo, 7 de febrero, debió haberse celebrado en Haití un traspaso de mando y juramentado un nuevo Presidente de la República.
No ocurrió así. En su lugar, lo que prevalece hoy es un escenario de fracaso electoral, vacío de poder, colapso institucional y crisis de gobernabilidad.
En el día de hoy, Haití amaneció sin Presidente de la República, sin Primer Ministro y sin Presidente del Consejo Electoral Provisional, generándose de esa manera una situación de confusión e incertidumbre.
Este nuevo episodio del drama de crisis política permanente que padece Haití se inició el 25 de octubre del año pasado, cuando se efectuaron elecciones presidenciales, conjuntamente con elecciones locales y la segunda ronda de las legislativas que habían tenido lugar en el mes de agosto.
Esas elecciones legislativas marcaron la pauta de lo que sería la anarquía que vendría después. En efecto, aunque sólo votó cerca del 18 por ciento de los electores, por razones de irregularidades en el proceso, hubo que cancelar los comicios en 22distritos electorales, lo que ocasionó protestas y actos de violencia.
Pero, para el torneo electoral presidencial del 25 de octubre, lo que se presentó fue un verdadero caos. Participaron 58 candidatos de una lista original de 70 aspirantes, y se registraron 900 mil delegados de mesas de los partidos políticos, lo que, sin dudas, deberá figurar en el libro Guinness de los récords mundiales.
Aunque sólo un 25 por ciento de 5.8 millones de votantes ejerció el sufragio, ninguno de los contendientes obtuvo el 50 por ciento de los votos, por lo que, al final, sólo quedaron los dos primeros candidatos, quienes competirían para la segunda ronda electoral.
El primero de ellos es Jovenel Moise, un joven empresario agrícola, con un 32.8 por ciento, postulado por el partido del presidente saliente, Michel Martelly, el PHTK; y el segundo, Jude Célestin, un conocido ingeniero mecánico, graduado en Suiza, con el 25.2 por ciento, del partido LAPEH, quien en las elecciones anteriores del 2010 había recibido el apoyo del entonces presidente René Preval.
Elecciones estilo Haití
Aunque la segunda ronda electoral estaba prevista para celebrarse el 27 de diciembre, cinco días antes, el 22 de diciembre, el Consejo Electoral Provisional anunció que la misma sería pospuesta para una fecha indefinida.
El primero de enero de este año, sin embargo, el presidente Michel Martelly salió a escena y declaró que esa segunda ronda electoral sería efectuada el 17 de enero.
No obstante, menos de una semana después, el 7 de enero, el propio presidente Martelly volvió a ocupar el lugar de las autoridades electorales competentes, para indicar que las elecciones ya no serían el 17 de enero, como había dicho antes, sino que ahora tendrían lugar el 24 del mismo mes.
Pero tampoco se efectuaron en esa fecha. Cuatro días AP antes, el 20 de enero, el candidato opositor, Jude Célestin, manifestó que el que participara en ese certamen electoral, fijado para el 24 de enero, sería considerado como traidor a la patria.
A partir de ahí se desataron los demonios. Se produjeron protestas callejeras, quemas de neumáticos, incendios a propiedades públicas y privadas, y actos de violencia que le costaron la vida a varias personas.
Ante ese panorama lúgubre y sangriento, el presidente Michel Martelly, en un discurso dirigido a la nación el 21 de enero, reafirmó que la segunda ronda electoral tendría lugar en la fecha que él había señalado: el 24 de enero.
Pero al día siguiente de haber intervenido, el 22 de enero, el Consejo Electoral Provisional, en vista de la situación de desorden y desconcierto prevalecientes en el país, le enmendó la plana al Presidente de la República, y decidió suspender el torneo electoral, sin especificar la nueva fecha de celebración del certamen.
En exactamente un mes, la segunda ronda electoral presidencial en Haití se suspendió en tres oportunidades, en una pugna continua entre el Presidente de la República, la oposición política y el Consejo Electoral Provisional, sin que hasta el sábado pasado se supiese con precisión cuando tendría lugar dicho certamen.
Rumbo a la incertidumbre
Todo este trágico espectáculo en Haití se originó en el hecho de que conforme a observadores nacionales e internacionales, en los comicios realizados el 25 de octubre se cometieron diversas irregularidades que ponían en dudas la transparencia del proceso.
Aunque la delegación de la OEA determinó que el conjunto de irregularidades cometidas no alteraba los resultados, la oposición política considera que más que simples irregularidades, hubo fraude e inequidad en el proceso, por lo que demandó la puesta en acción de una comisión independiente de evaluación y la anulación de las elecciones.
En principio, la oposición se organizó en una coalición integrada por los ocho candidatos siguientes al primer lugar, por lo que se les denominó como el G-8, pero en la actualidad se ha ampliado hasta ser considerado como el G-30.
Debido a la continuidad de la violencia, el desorden y la confusión, la Iglesia Católica, la Protestante y otras expresiones cristianas, así como el Foro Económico del sector privado, que agrupa al núcleo empresarial del país, han intervenido solicitando la renuncia de los miembros del Consejo Electoral Provisional, por ineptitud e incompetencia.
De igual manera, han desplegado continuos esfuerzos para llevar a cabo un diálogo nacional constructivo que permita aplicar un calendario de salida de la crisis.
Para la oposición política, encabezada por el candidato que quedó en segundo lugar, Jude Célestin, es obvio que uno de sus objetivos estratégicos ha sido que la segunda vuelta electoral se celebre sin la presencia del presidente Michel Martelly en el poder.
Al día de hoy, no cabe dudas, que ese objetivo fue conquistado.
Al tratar de colocar en perspectiva la actual crisis política haitiana, hay algunas debilidades institucionales que emergen a la superficie.
Se trata, en primer término, de que en Haití no existe una estructura electoral permanente. Tampoco hay un tribunal electoral; y la ley electoral no se aplica, sino que siempre está sujeta a interpretación.
En Haití, lo que hay, más bien, es un Consejo Electoral Provisional, que se crea sólo unos meses antes de la celebración del certamen mediante decreto presidencial.
Luego de las elecciones, desaparece.
La justicia electoral se realiza a través de un tribunal ad-hoc, dirigido por un buró de contestación electoral.
El acta de votaciones se levanta, de manera artesanal, en cada mesa electoral.
Después es trasladada a un centro de tabulación en Puerto Príncipe, para ser digitalizadas.
La entrega de resultados se hace de manera tardía.
A veces, demora semanas.
En el caso de las elecciones del 25 de octubre, los resultados preliminares vinieron a ser difundidos diecisiete días después, el 11 de noviembre.
Eso, por supuesto, genera ansiedad, suspicacia y falta de confianza en el sistema.
Se esparcen rumores. Se organizan actos de protesta. Se promueve la violencia y se alega la comisión de fraude.
En ocasiones se altera hasta el orden preferencial de los candidatos. Así aconteció en las elecciones del 2010, en las que Jude Célestin había quedado en segundo lugar detrás de Marlene Manigat.
Para la segunda vuelta, sin embargo, de manera misteriosa, se le reemplazó por Michel Martelly, que había quedado en tercer lugar, pero quien luego pasaría, como sabemos, a ganar las elecciones y convertirse en Presidente de Haití.
Para salir del vacío institucional y político en que en estos momentos se encuentra sumergida Haití, se propuso el pasado sábado, 6 de febrero, la creación de un gobierno interino para un período de 120 días que estaría presidido por el Presidente de la Corte de Casación o por el Presidente de la Asamblea Nacional.
Se ha establecido el 24 de abril como la nueva fecha para la celebración de la segunda ronda electoral, y el 14 de mayo para la instalación del presidente electo.
Ojalá así sea. Pero, en todo caso, lo que resulta claro es que treinta años después de desaparecida la dictadura de los Duvalier, el pueblo haitiano se encuentra hoy en una situación de incertidumbre, de vacío de poder y de crisis de gobernabilidad, que no merece.
Como prueba de su inconformidad con la democracia de su país, en las elecciones del 25 de octubre, el 75 por ciento de los electores prefirió no acudir a las urnas, manteniéndose indiferente al caos del escenario político.
Es un mensaje que no puede pasar de manera inadvertida.
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