La democracia de saltamontes
Autora: Margarita Cedeño de Fernández
Al leer sobre las sucesivas posposiciones de las elecciones en el hermano país de Haití, vino a mi memoria la imagen del saltamontes, también conocido como esperanza.
La situación en el vecino país de Haití asemeja a un saltamontes. Una frágil democracia que, de salto en salto, se resiste a la consolidación y a ser modo de vida en la sociedad haitiana. Es una democracia sin curso estable, que va hacia todos lados, sin una trayectoria lógica.
Pero a la vez, la poca posibilidad de una vida estable en democracia, es la única esperanza para un pueblo que ha sufrido los embates de la historia, de los fenómenos naturales y de quienes la han mal gobernado.
A pesar de ostentar la corona de ser el primer país libre de América Latina y el primero del nuevo mundo en abolir la esclavitud, la historia haitiana ha estado marcada por una inestabilidad crónica, que ahora se profundiza por los serios cuestionamientos que existen del proceso electoral del pasado octubre.
Es lamentable que el actual proceso electoral del vecino país de Haití, se haya pospuesto en varias ocasiones, violando la poca institucionalidad existente y sumiendo a su población en una incertidumbre angustiante.
Pero más lamentable aún, es que desde la ratificación de la actual Constitución haitiana de 1987, no se ha celebrado una sola elección local o presidencial de acuerdo al calendario que establece el marco legal de Haití, lo que ha resultado en constantes crisis político-electorales.
El Presidente de Haití, Michel Martelly, como ha reportado The New York Times, deja su cargo en medio de una nueva crisis electoral y graves tensiones políticas, que han echado atrás el tímido progreso económico y social que había alcanzado el país luego del terremoto del 2010.
Parecería que se ha puesto a la democracia en pausa, como afirma el mismo diario, en un editorial publicado recientemente. Por ahora, en Haití no se dan las condiciones para un proceso electoral confiable, ni se darán en el futuro cercano, a menos que se promueva el diálogo entre el liderazgo político. Haití requiere un pacto por la paz, la democracia y el progreso económico y social.
Es importante considerar, por igual, las dificultades logísticas para el montaje del nuevo proceso electoral, que para su éxito requerirán de una relativa calma en todo el territorio haitiano. En el futuro próximo, es esencial que el pueblo haitiano pueda confiar en que cualquier crisis política pueda ser resuelta en las urnas, con la participación masiva de los ciudadanos, a través del voto, sin la necesidad de que actores externos tengan que garantizar la posibilidad de la celebración de elecciones.
En esencia, el pueblo haitiano enfrenta el desafío de hacer que sus instituciones democráticas funcionen, rescatar la fe y la confianza del pueblo en que un futuro mejor es posible y aplicar políticas orientadas hacia el desarrollo económico y social y la protección del medioambiente.
Una crisis de credibilidad solo se enfrenta con la determinación de los actores políticos, de mostrar su disposición inequívoca para llegar a un terreno común que permita superar los escollos actuales.
La República Dominicana no puede perder de vista lo que sucede en nuestro vecino país. Somos el único país que hace frontera con la nación más pobre del hemisferio, con quién hemos mantenido una relación de altibajos en los últimos años. No hay duda de que los efectos de lo que allí sucede se sienten inmediatamente en la patria de Duarte, Sánchez y Mella.
Haití, con el apoyo de la comunidad internacional, necesita salir a flote, con políticas que dignifiquen y respeten la vida de sus ciudadanos.
Albergamos la esperanza de que un pueblo que con su heroicidad fue capaz de romper las cadenas de la esclavitud, también pueda romper la cadena de la pobreza, la desigualdad y la inestabilidad democrática que les ata en este siglo XXI, para convertirse en el país próspero y solidario que añoran sus ciudadanos.
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