SOBERANIA: INTERES VITAL DE LA REPUBLICA DOMINICANA
El contenido de algunos artículos publicados en nuestros diarios llaman la atención por el manifiesto desconocimiento de nociones fundamentales y básicas en lo que respecta el accionar del Estado en el sistema internacional. Estos artículos incurren por demás en los yerros imputables, a lo que antropólogos y sociólogos han denominado, en lo que respecta el perfil cultural de los dominicanos, el complejo de externalidad. Todo lo que viene del exterior es mejor, y lo del exterior es mejor para resolver temas que son de la sola incumbencia de los dominicanos.
Así va un artículo al que entendemos responder como estudiosos de las relaciones internacionales, del derecho internacional, y la política internacional. El periodista autor de esta memorable pieza pretende que el Presidente de la República recurra a un organismo jurisdiccional internacional para solventar una problemática estrictamente nacional.
En la comunidad de académicos internacionalistas se ha escrito mucho sobre un concepto que es central al accionar del Estado, nos referimos al concepto de interés nacional, y las tres dimensiones a considerar en este: el interés vital, la tradición diplomática y el criterio de evaluación de las políticas.
Estas dimensiones señalan las percepciones y visiones políticas acerca del actor estatal en el sistema internacional que permiten de inferir máximas generales y una práctica de comportamiento que indican los límites de lo que se estima compatible con el interés nacional como líneas de acción deseables, y dan origen tanto a restricciones como a la identificación de oportunidades políticas.
El interés nacional como interés vital consiste en la percepción dominante entre los actores relevantes en el sentido de que ciertos intereses del Estado, actualmente asegurados o no, son fundamentales para consolidar, preservar o mejorar la posición del mismo en el sistema internacional.
Estos intereses tienen como características que son imperativos, son superiores, de largo plazo y son irrenunciables. Por ser imperativos se infieren de ellos verdaderos mandatos de comportamiento, conforman las premisas básicas de las cuales cualquier política exterior pudiera difícilmente apartarse y fijan el rango de opciones que se estiman permisibles en la acción diplomática. Como superiores, todas las diferencias políticas, la cultura, y las divisiones de personalidad, son puestos a un lado. Aunque se proclame que los intereses vitales son permanentes por naturaleza son mutables pero solamente en el largo plazo y como consecuencia de transformaciones en el sistema político internacional y de grandes cambios en la política interna. Esto es lo que Montesquieu llama “el espíritu de las naciones.”
Pero por sobre todo son irrenunciables, es decir, que conforman un núcleo de posiciones políticas de un Estado que se consideran tan importantes que si se abandonan los costos políticos serian prohibitivamente altos. Tales acciones u omisiones generarían consecuencias como la perdida de estabilidad institucional interna o una derrota en política exterior frente a otros Estados.
La segunda dimensión del interés nacional consiste en su definición a partir de la percepción de ciertas constantes de comportamiento en el sistema internacional. La tradición diplomática configura el rango de políticas que se estiman necesarias, apropiadas y convenientes para el fortalecimiento del actor nacional.
Una tercera perspectiva para definir el interés nacional consiste en especificar ciertos valores como criterios de evaluación de políticas concretas. El primero de estos valores para cualquier observador o participante en el proceso político es el de supervivencia y conservación de la comunidad política.
Como señala Reynolds, a pesar de las discrepancias sobre algunos aspectos del interés nacional y a pesar de que las exigencias de los diferentes valores postulados choquen entre sí, se reconoce que sin el estado, con sus tres componentes (territorio, población, y gobierno efectivo u organización política soberana), no podría realizarse interés nacional alguno.
El mantenimiento de la comunidad es por tanto considerado como la primera meta que debe constituir el interés nacional.
Visto esto, podemos inferir en el caso que nos ocupa, que el interés vital de la República Dominicana es la defensa de su soberanía e independencia. En el sistema internacional, la debilidad y las vacilaciones no son premiados. La madurez política de un Estado se demuestra con la confianza en sus instituciones y las decisiones necesarias a la preservación de la comunidad política. Esto nunca podrá resultar de una decisión de confiar en un tercero la solución de un problema nacional que por demás es sensible porque toca a la consistencia misma de dicha comunidad política, como es el tema de la nacionalidad.
Los académicos alrededor del mundo constatan que la doctrina de la injerencia humanitaria quedo relegada en los años noventa, y que cada vez más los Estados repelen la idea del intervencionismo por parte de las organizaciones internacionales o de los grandes actores estatales. Los Estados quieren resolver sus propios problemas sin “ayuda” exterior.
Le guste o no le guste a quien escribe tales artículos, el estado nacional está de regreso y la República Dominicana tiene una oportunidad en oro de afirmarlo. Eso es lo que motivó el discurso del Presidente Medina en La Habana. La prudencia es lo que motiva que no se haya precipitado en adoptar visiones truncas sobre el proyecto de ley de naturalización para poner en orden un registro de estado civil que se había convertido en un botín de guerra para los inescrupulosos que no se han enterado que atentar contra la supervivencia de la comunidad política es calificado en todo los estados como crimen de alta traición.
Por consiguiente, frente al interés vital de la República Dominicana no caben las extorsiones fundamentadas en la “reprobación” y las “amenazas” de represalias por parte del Black caucus de los Estados Unidos, el Caricom, las 48 acciones pendientes en contra del Estado para que viole su propia Carta magna, y hasta el Derecho internacional el cual vale subrayar no admite las naturalizaciones en masa.
Todos sabemos que el Estado deberá asumir a los que actuaron sin voluntad de fraude, y se han comportado como dominicanos. Pero bajo ninguna consideración el Estado podrá validar el fraude, ni asumir por omisión las agendas geopolíticas que buscan disolver la nación dominicana. El verdadero drama que vive nuestro país no es el de los “desnacionalizados”, el verdadero drama es que pretendidos dominicanos trabajen en inteligencia con poderes foráneos para poner de rodillas al Estado sin el cual ningún interés nacional podrá realizarse.
ATT. MAESTRANTES DE DERECHO Y RELACIONES INTERNACIONALES, (UASD RECINTO SANTIAGO).
Los conceptos emitidos en el presente artículo, son de responsabilidad exclusiva de sus autores y no vinculan en modo alguno a la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
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