¿Qué precio tiene el aire limpio?
En la década de los años 70 en el siglo XX, fueron numerosos los estudios que aparecieron en este ámbito. Uno de ellos, el de Harrison y Rubinfeld (1978) distinguían entre dos formas de utilizar el análisis económico para estimar el valor del aire limpio.
El aire limpio es un bien para el que no existe mercado, por ello, es difícil ponerle precio. Sin embargo, no es imposible. El interés científico en valorar o estimar la demanda de un bien para el que no existe mercado es relativamente frecuente en el análisis económico. En el caso de la demanda de aire limpio, dado que no existe mercado, las distintas técnicas de análisis económico tratan de estimar «el deseo de los consumidores a pagar» por dicho bien.
En la década de los años 70 en el siglo XX, fueron numerosos los estudios que aparecieron en este ámbito. Uno de ellos, el de Harrison y Rubinfeld (1978) distinguían entre dos formas de utilizar el análisis económico para estimar el valor del aire limpio. Un primer método consiste en analizar el deseo de los consumidores a pagar por una mejora del aire, identificándolo con el coste que conlleva para la sociedad un incremento de la contaminación o bien, como la reducción de costes que supondría para la sociedad una mejora de la contaminación del aire. Un segundo método de análisis consiste en inferir el deseo de los consumidores a pagar por una mejora de la calidad del aire a través del método de los precios hedónicos. ¿En qué consiste este método? Consiste en estimar el valor de mercado de un bien que no tiene mercado, como ocurre en el caso del aire limpio, basándose en el valor de la vivienda. Este método plantea la idea de que la utilidad asociada al consumo de un bien diferenciado, como es la vivienda, debe venir determinada por las características de dicho bien. Por tanto, esta teoría predice que un mal económico, como es la contaminación ambiental del aire, debe repercutir negativamente en el precio de la vivienda a igualdad de otras características.
En su estudio para Boston, Harrison y Rubinfeld (1978) concluyen que el daño marginal que provoca la contaminación del aire, al menos en el caso del mercado de la vivienda, se incrementa con el nivel de contaminación existente y con el nivel de renta de la familia. Ambos factores determinan por tanto, la mayor predisposición a pagar de las familias por una mejora de la calidad del aire. El mismo año, Nelson (1978) analizaba para Washington la disposición a pagar de las familias por una mejora de la calidad del aire, concluyendo el impacto positivo de la reducción de la contaminación sobre los precios. Más tarde, Chay y Greenstone (2005) en su interesante artículo titulado «Importa la calidad del aire», demostraban que una reducción de la contaminación del aire incrementaba el precio medio de la vivienda en Estados Unidos.
«La calidad del aire no es un bien de lujo»
Martini y Tiezzi (2013) en un reciente trabajo publicado en Resource and Energy Economics con el sugerente título «¿Es el medio ambiente un lujo?», analizan el deseo marginal de las familias a pagar por mejoras de la calidad del aire en Italia.
En este trabajo, los autores concluyen que según sus estimaciones, la calidad del aire no es un bien de lujo. Es decir, en términos económicos significa que la calidad del aire no es un bien demandado únicamente por aquellos que tienen mayor renta. Por el contrario, los autores demuestran que se trata de un bien normal, y como tal, cuanto mayor es la renta de la familia, mayor es su predisposición a pagar, pero de forma proporcional.
Este resultado tiene implicaciones en el ámbito de las decisiones políticas. Los autores demuestran que el coste de las mejoras medioambientales no debe ser distribuido de forma progresiva entre los países. Es decir, no hay justificación para pensar que los países más ricos son los que deben soportar en mayor medida la carga del ajuste. Por el contrario, el estudio muestra que países como China e India pueden contribuir en proporción a su renta, siempre y cuando exista información veraz y clara de los costes que conlleva la contaminación del aire.
En numerosas noticias publicadas en Inspira se ha puesto de manifiesto la importancia de los costes de la contaminación del aire, sobre todo para la salud humana. Todavía más necesario es intentar traducir a términos monetarios dichos costes con el objetivo de dar valor a aquello que aparentemente no lo tiene porque no tiene mercado. La Fundación Roger Torné considera necesario participar en la difusión y sensibilización de los costes de la contaminación del aire con el objetivo de que las familias cuenten con la información necesaria para poder responder a la pregunta sobre «¿cuánto vale el aire limpio?».
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