La trágica realidad política de la juventud dominicana
En los últimos años hemos venido escuchando de manera constante sobre la falta de oportunidades que tienen los jóvenes para alcanzar espacios tanto en el sector público como dentro de los propios partidos políticos en los que militan.
»Tienen que dar paso a los jóvenes», esa es una frase común de la juventud en su desesperación porque se le preste atención, y que de una vez y por todas los más veteranos de la política digan, »ya vamos a abandonar nuestros puestos de elite, tanto en el Estado como en nuestros partidos, para que ustedes (los jóvenes) sean los que presidan».
Esto se escuchó muy bonito, pero la realidad política no se maneja de esa manera. En política no se deja pasar a nadie sin tocar la puerta ni pedir permiso, no se cosecha sin sembrar, ni se espera que desde el cielo le caiga lo suficiente.
Por otra parte, vemos como viejos robles de la política en un supuesto acto de desprendimiento »quieren dar» a la juventud una cuota de un 25% en las candidaturas de elección popular, y lo peor de todo esto es, que veo a muchos jóvenes entusiasmados, sin poder olfatear el caramelo emponzoñado.
Ahora, vamos a conceptualizar un poco. Si hay un sistema donde impera el nepotismo, tráfico de influencia, predilección, favoritismo, etc. que son las razones por las que los jóvenes de abajo en República Dominicana van en desventaja, entonces, quien me puede asegurar que, en ese mismo sistema corrupto, ¿los jóvenes que no son hijos de la élite política van a tener alguna oportunidad? El problema no es la cuota, el problema es el sistema.
En conclusión, la única forma en la que este sistema político pueda cambiar en favor de los jóvenes es que estos se preparen políticamente (no politiquería empírica y barata) para que dejen de dar palos a ciegas y sepan qué hacer para ganar espacios y cómo ir cambiando ese sistema que en este momento es su enemigo, no su aliado. Y termino con una cita de Jaime Garzón: Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su país, nadie va a venir a salvárselo, nadie!
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